TMti vecino le echa al gazpacho miel. No sé de donde se ha sacado esa receta pero ahí lo tienen delante del caldero con la cuchara soltando miel sobre el caldo. "Un gazpacho sin miel es como Galicia sin Fraga ". En España cada cual echa al gazpacho lo que le da la gana desde el hígado de un conejo al melón o el pan frito. A mí me gusta el gazpacho básico: pan, agua, aceite, vinagre, tomate, ajo y sal. Mi vecino me increpa diciendo que soy muy poco imaginativo: "Mi abuela echaba en el gazpacho, además de la miel, cáscaras de limón y trocitos de queso". Afortunadamente, no conocí a su abuela. En España se interpreta el gazpacho como se interpreta la historia y cada español tiene un ingrediente histórico para hacer sabores. Somos un país de echaos púadelante a la hora de tomar iniciativas. Echa un catalán en el gazpacho nacional un cargamento de historias como la de que la guerra civil fue la guerra de España contra Cataluña y le responde Esperanza Aguirre diciendo que Zapatero está resucitando el fantasma de la guerra civil. O el fantasma se ha equivocado de sábana o Esperanza Aguirre no sabe qué echar a un gazpacho falto de picante.

Mi vecino me invita a probar su gazpacho y no tengo más remedio que hacerlo con mucho talante. Sabe a todo y a nada en especial. El sabor agridulce me recuerda a algún plato chino y el pepino brilla por su ausencia. "Jamás echaba mi abuela pepino al gazpacho. ¿Dónde se ha visto eso?". Y se queda tan pancho pontificando sobre el gazpacho auténtico, el matrimonio auténtico, y amenazándome con un plato de migas al estilo de su abuela.

Eso es lo que nos pasa, que todo lo nuestro es lo auténtico y lo otro, lo que lleva pepino, una aberración.

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala