XDxurante mucho tiempo se ha querido ignorar por los gobiernos de turno la dinámica secesionista que se estaba generando, tanto en Euskadi como en Cataluña. Desde algunas áreas de la izquierda, el argumento era que "esto era de lo que quería la derecha que se hablase", sin razón oportunista que nos ha conducido donde estamos, en una tenaza secesionista formada por los frentes rupturistas de vascos y catalanes, que se manifiesta en un momento de mayoría minoritaria del Gobierno.

Si alguien piensa que el Plan Ibarretxe se va a sustanciar al margen del catalán se equivoca, y ha tardado poco ERC en sacar la caja de los truenos, amenazando al Gobierno con dejarlo en minoría si pacta con el PP la obligada contraofensiva al Plan Ibarretxe, y de paso manda un aviso a Maragall y al PSC catalán para que se movilice y no consienta que PSOE y PP se entiendan, recordándole que su continuidad como presidente de la Generalidad también depende de ellos.

En la democracia, gobierno y oposición deben converger en los grandes temas, que afectan a la propia existencia del Estado, y si es necesario establecer colaboraciones implícitas o explícitas. Lo que resulta muy difícil de admitir, es que un partido minoritario de carácter territorial, que además no quiere ser español, pretenda tener en su mano la estabilidad del Gobierno de España. Socialistas y populares deben coordinar la defensa de la integridad territorial española, resulta obligado que lo hagan, y hacer que impere el sentir muy mayoritario de la ciudadanía española. La batalla democrática a través de este entendimiento debe satisfacer los anhelos mayoritarios de la ciudadanía.

Tal como están planteados los objetivos de los rupturistas vascos y catalanes, que son los mismos, más allá de que algunos implicados intenten dulcificar el lenguaje, no admiten ningún debate y exigen mucha firmeza. Escenificar en el pleno del Congreso de los Diputados la rotundidad al rechazo del Plan Ibarretxe, puede ser una buena estrategia, siempre que se salven dos escollos peligrosos. El primero el de la dispersión del objetivo, que es rechazar un plan secesionista, convirtiéndolo en un debate de modelos territoriales que evidenciase las diferentes matizaciones que puede haber entre socialistas y populares. El segundo, más peligroso que el primero, el resistir a los intentos de mediación que se van a propiciar desde el rupturismo catalán, seguramente vía la presentación de enmiendas por ERC al Plan Ibarretxe. Es imposible un no sin que toquen arrebato los secesionistas, y de ello no hay que asustarse. La ley debe ser clara y hay que hacerla cumplir y ejecutar las sentencias que se dicten, lo cual dolorosamente no siempre se ha hecho. El pulso hay que llevarlo tan lejos como requiera el cumplimiento de la ley. Los escenarios a imaginar los peores, Ibarretxe intentará hacer un referéndum, que no basta decir que es ilegal, sino que hay que impedir que materialmente se haga. Los momentos de firmeza de firmeza son. Y con la ley en la mano el Gobierno, puede ir tan lejos como las circunstancias lo demanden.

Y hay que perder cualquier clase de complejos en esta cuestión, una democracia sólida como la nuestra, tiene numerosos recursos legales, contemplados en la Constitución, que justamente son cautelas que permiten hacer frente a situaciones como la presente. Por ejemplo la del artículo 155, que dice "Si una comunidad autónoma no cumpliera las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al presidente de la comunidad autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general".

*Ingeniero y director generalde Desarrollo Rural del MAPA