TLtas noticias que llegan del PSC-PSOE no pueden ser más alarmantes para el socialismo español. El president Maragall se ha quedado solo en su ejecutiva, pero en una soledad retadora. Quiere pasar a la historia como el mejor de los Maragall y eso le está obcecando hasta el punto de que en el visor de su política no se ve más que la aprobación de un nuevo estatuto aquí y ahora. Y eso, con los parámetros generales de la política española, puede significar, ni más ni menos, que la pérdida del Palacio de La Moncloa de José Luis Rodríguez Zapatero en las próximas elecciones generales. Estamos hablando hasta ahora del coste interno para los socialistas españoles, sin empezar a dramatizar sobre las consecuencias de un modelo autonómico para España construido sobre estas bases del Estatut de Catalunya.

El margen de maniobra de José Luis Rodríguez Zapatero se estrecha en la medida que la lealtad de Pascual Maragall con su partido está más en entredicho. El acuerdo entre el president de la Generalitat y el PSOE es prácticamente imposible, toda vez que Maragall grita en donde quieran oírle que él no se va a apear del concepto nación para la denominación de Cataluña, rompiendo, no sólo posiblemente la Constitución, sino sembrando la semilla de una carrera autonomista que puede conducir a parámetros de un Estado prácticamente irreconocible, construido desde una decisión previa de una de sus partes, y sin posibilidad alguna de que el puzzle se construya desde una fotografía final elaborada previamente. Cada día que pasa, la marcha atrás es más compleja, pero también es más evidente que con Pascual Maragall no hay pacto posible porque ha dejado de ser un político con credibilidad en su palabra para ser sólo un aspirante a ocupar página en las enciclopedias del futuro, sea cual sea el coste para su partido, para el resto de las comunidades autónomas y para la propia estructuración de España. Maquiavelo no tendría dudas en el diagnóstico. El problema ha dejado de ser el Estatut. Ahora el problema es sencillamente un político muy ambicioso que se llama Pascual Maragall.

*Periodista