TNto va a ser fácil que volvamos a lo que muchos ni tan siquiera conocen: aquella guerra fría, el llamado equilibrio del terror, un tiempo en el que el mundo se mantenía en paz tan sólo porque el desastre de quebrar la línea por uno de los bandos, hubiera supuesto prácticamente el fin de todo. Debo explicar, antes de seguir, que cuando hablo de paz, me refiero a la no confrontación directa entre las dos grandes potencias y sus satélites, porque las guerras locales eran --y siguen siendo-- más o menos continuas y generalmente alimentadas por la URSS de entonces y por los USA de siempre.

¿Qué ha cambiado en el mundo pese a la delicada situación en Georgia? Pues varias cosas: en primer lugar la URSS ya es sólo Rusia y son precisamente los países que entonces eran sus marionetas --con la bendición y el silencio cómplice y tantas veces vergonzoso del llamado mundo libre (Hungría, Praga)-- los más interesados en sofocar drásticamente cualquier deseo expansionista de Rusia. En segundo lugar la aparición de terrorismo internacional que ha convulsionado a todo el mundo desde Oriente Medio. Y, por último, la existencia de una Unión Europea con 27 miembros, buena parte de ellos exaliados de Rusia. En esta situación, por mucho que diga o intente hacer el señor Putin , la balanza no está equilibrada y la posibilidad del terror se decanta claramente a favor de la UE-USA. Lo que pasa es que ese ya no es el problema; ya no nos preocupa tanto el alcance de los misiles rusos o americanos como los oleoductos por los que nos llega el gas y el petróleo. Si a eso le añadimos que resulta prácticamente imposible poner de acuerdo a los 27 países de la moderna Unión Europea, no es difícil llegar a la conclusión que Rusia puede tensar la cuerda lo suficiente pero nadie la va a romper. Como siempre las serias advertencias, los avisos, el diálogo diplomático, etcétera, se impondrán a cualquier medida más dura que algunos países pretendan imponer a Moscú. Además esta UE carece de autoridad moral para casi todo porque carece de criterio: si apoyó la independencia de Kosovo, no es de recibo que se oponga ahora a la de Osetia. Pero la moralidad está generalmente reñida con los intereses económicos, así que lo que vale para unos puede no valer para otros dependiendo de si interesa o no a los grandes socios de este mercado.

En eso hay que reconocer la coherencia de la postura de España que se opuso a la independencia unilateral de Kosovo lo mismo que se opone a la de Osetia en Georgia. Claro que se podría escarbar un poco y no haría falta ser un lince para explicarse las razones de esta posición, pero sea por lo que sea, al menos esta vez nuestra política exterior ha sido coherente aunque, eso sí, sin grandes alharacas.

*Periodista