Seguramente ustedes no saben quién es José Luis Peñas pero, si no fuera por él, Pedro Sánchez no sería hoy presidente del Gobierno. Peñas era concejal del PP en Majadahonda cuando en 2007 interpuso la denuncia en la Fiscalía Anticorrupción que acabó dando lugar al caso Gürtel, cuya sentencia definitiva, en mayo del año pasado, propició la moción de censura contra Rajoy que llevó a Sánchez a Moncloa.

Desde que en 1977 volvió la democracia, ha habido 2.689 diputados en el Congreso. Si hiciéramos una encuesta, sería difícil que, de promedio, los españoles recordaran el nombre o el rostro de más de veinticinco, es decir, menos del 1% del total. Además, los diputados tienen un poder muy relativo porque, aunque no existe mandato imperativo, en la práctica no tienen libertad de voto más allá de las órdenes que reciben de los líderes de su partido.

Hay personas que desean sentarse en el Congreso por un afán de poder y gloria, aunque la historia demuestra con datos que pocas personas de las que pasan por allí consiguen tan ansiada gratificación. Sin embargo, José Luis Peñas, sin salir de su anónimo trabajó de funcionario en el ayuntamiento de un pueblo de Madrid, puso en movimiento una maquinaria que derrotó a Mariano Rajoy, a quien nadie —ni dentro ni fuera de su partido— había podido vencer.

Cuando el 1 de diciembre de 1955 Rosa Parks viajaba en la parte trasera de un autobús en la ciudad estadounidense de Montgomery (Alabama), se negó a cederle su asiento a un hombre blanco, como era obligado. Pagó su actitud con la cárcel. El tiempo ha colocado aquel incidente como detonante del movimiento por los derechos civiles en EE.UU.

Isabella Baumfree nació esclava en el condado neoyorquino de Ulster, pero en 1826 huyó con su hija Sophia y, tras lograr poco después la emancipación por el Acta del Estado de Nueva York, se enteró de que su hijo Peter, de cinco años, había sido vendido ilegalmente y había sufrido abusos de su nuevo dueño. Decidió llevarlo a los tribunales y se convirtió en la primera mujer negra en ganar un juicio contra un hombre blanco, creando un importante precedente jurídico. En 1843, en una decisión de evidente calado político, decidió cambiarse el nombre por Sojourner Truth, que significa algo así como «Residente temporal en la verdad».

El poder es el gran tema de la política y, al mismo tiempo, quizá el peor comprendido. Bertrand Russell escribió una de las obras clásicas al respecto y, aunque está formada por dieciocho capítulos, solo uno habla del poder en relación con las «formas de Gobierno». En España, José Antonio Marina ha escrito «La pasión del poder», pero solo uno de los doce capítulos habla del «poder político». Hay muchas formas de poder y la política se esconde en todas partes.

Alba, una joven abogada, se encontraba en la Puerta del Sol a las 2:25h. de la madrugada del 16 de mayo de 2011. Era una de las pocas personas que se había quedado a dormir en la emblemática plaza madrileña y acababa de protagonizar la primera asamblea de lo que después se llamó 15-M. Cuando aparecieron dos furgones policiales ella decidió mediar, consiguiendo que los agentes llamaran a un superior y autorizaran la acampada que convirtió aquella anécdota en el movimiento de masas más importante de la reciente historia de España. ¿Quién le iba a decir a Alba que su destreza en aquel momento fue crucial para cambiar el sistema político español?

Personas anónimas como José Luis, Rosa, Isabella o Alba demostraron que tenían mucho poder. Hay concejales, alcaldes, diputados y hasta presidentes de los que no se acordará nadie, pero hay cientos de miles de personas anónimas que han pasado y seguirán pasando a la historia, y que sentirán íntimamente la satisfacción de poder cambiar el mundo. Roberto, otro de los miembros de la primera acampada de Sol aquel 15-M, lo expresaba así: «Esto me reconcilia con el mundo».

Así que, quién sabe si en algún lugar de España hay en este momento una persona anónima que está decidiendo el futuro de Pedro Sánchez, en Estados Unidos de Donald Trump, en Rusia de Vladimir Putin, o en Francia de Emmanuel Macron. Quién sabe.

Si todos tomáramos las riendas de este poder anónimo, cambiaría el mundo todos los días y haríamos historia. No es fácil, pero merece la pena.

*Licenciado en CC de la Información