El «momentum de irse». «Un momentum clave». «Después del momentum». «La ANC pone las bases teóricas para el momentum de Quim Torra»... Entre los múltiples estragos causados por el ‘procés’, podemos contar ya la importación masiva, a lo bruto y sin mucha finura, de un término en circulación en la jerga de la información política en Estados Unidos. El momentum.

Pero resulta que allí utilizan los latinismos (subpoena, media) con no menos pomposidad y profusión pero también con más tino que nosotros. Por no hablar del respeto a las leyes… de la física.

En las campañas políticas de EEUU se ha convertido ya en tópico decir que una candidatura is gaining momentum cuando toma impulso, cobra fuerza, se acelera… Un movimiento político disfruta de su political momentum (impulso), cuando está en racha. Como Miquel Iceta cuando cantaba Don’t stop me now, ese gran himno al momentum, y se sentía como un cohete rumbo a Marte. El periodismo y la ciencia política tomaron la expresión de la física. El momentum, para simplificar y sin pasar de la mecánica clásica, es la cantidad de movimiento.

El producto de la masa por la velocidad. Es decir, una pluma quieta no tiene momentum. Una pluma a 100 por hora tiene algo de momentum. Un camión de 10 toneladas aparcado no tiene momentum. Ese camión, a 120 por hora, tiene un momentum de la leche.

Así que no confundamos el momento de pararse y pensar dos veces qué hacer (ese sí es el momento de ERC) con el momentum. Porque, si te topas con alguien que lo tiene, lo que sucede es que se te lleva por delante (un tsunami, o Vox, sí tienen momentum).

Pero añadirle a un momento clave un -um para que quede más serium es una tontería como una domus. Por no decir que me tiene hasta el moñum. Gritaría «no es el momentum, estupidum» si esa fórmula (en sus infinitas variantes, igualmente ofensivas para el lector: es la economía, estúpido; es la termodinámica, estúpido; es la ciática, estúpido) comparte con el momentum mi pódium de titulares por desterrar. de titulares por desterrar.

* Periodista