WTwres años y medio después del 11-S, se juzga en Madrid a los acusados de formar parte de la célula española de Al Qaeda. A tres de ellos se les imputa colaboración directa en el atentado contra las Torres Gemelas. Hace más de un año la justicia alemana juzgó a los supuestos miembros de esta organización que actuaban desde Hamburgo. Hubo una sola condena que, además, luego fue revisada.

La actuación de la justicia está entorpecida por la inmensa anormalidad de que los presuntos implicados de esta trama multinacional que cayeron en manos de Estados Unidos sigan encerrados en Guantánamo. Están fuera de las jurisdicciones legales, sin que se sepa qué planes tiene para ellos el Gobierno de Bush ni cuándo serán juzgados.

Los tribunales europeos que analizan las ramificaciones de Al Qaeda en este continente tienen la ventaja de asegurar que se procederá con plenas garantías jurídicas y sin aplicar la pena de muerte. Pero como la organización de los atentados y el terrorismo islamista es transnacional, no es lógico que su persecución penal se haga país a país, y sin colaboración plena de Estados Unidos.

Estamos ante otra prueba de que es necesaria la justicia internacional.