TAtbruma leer los periódicos y las cifras que a nivel mundial se están manejando provocan vértigo. La crisis ha estallado de manera que ni los más expertos se atreven a establecer futuribles. Se inyectan miles de millones y las bolsas no se fían. A nivel individual cada cual en su casa teme por su pequeña economía. Y es que hasta hace bien poco países e individuos hemos actuado sin respeto por el futuro. Las entidades bancarias lo supieron antes que nadie, de ahí que ofrecieran créditos pequeños para las vacaciones o la Comunión de los niños. Y había mercado. Se conseguía el dinero, se salía del apuro o se daba gusto al cuerpo y luego Dios dirá porque el futuro no asustaba. Eso se ha acabado. Y se ha acabado porque hasta los gigantes caen como un castillo de naipes.

Si difícil es gestionar la economía, sobre todo cuando va mal, más es gestionar el estado de ánimo colectivo, sobre todo cuando es de incertidumbre. Y la incertidumbre no es tanto sobre la hecatombe en la que navegamos sino porque nadie se atreve a aventurar qué viene después, qué orden económico va a resultar de este desastre, qué modelo de crecimiento y de gasto nos va a quedar después de la apisonadora. ¿Qué habrá después de esta cortina negra?

El corto y medio plazo se nos presenta duro. Al presidente no le ha gustado que el FMI pronostique para España una próxima recesión y un alza importante del paro, pero no hay un solo argumento para poder rebatir esos pronósticos. Todo apunta a que así será cuando desde el Ministerio de Trabajo se ha prohibido contratar en el extranjero para cubrir determinados trabajos. Hasta ahora eran cubiertos por inmigrantes. Ahora los necesitan los que ya están en España y los propios españoles.

Con la incertidumbre en el ánimo colectivo se navegará por la hecatombe de la que saldrán primadas las marcas blancas, los juegos de azar y aquellos que sepan poner imaginación para sortear estos tiempos de crisis y para que no se adueñe de todos el desconcierto que produce preguntar qué hay detrás de la cortina y nadie nos ofrezca respuesta porque ni los expertos la tienen. Quizás sea pecar de exageración, pero es posible que esta crisis mundial sea el final de una etapa, de un ciclo, de una manera de entender la vida y la sociedad. Conocemos las dudas pero no hay respuestas y a eso se llama incertidumbre. O miedo, como quieran.