Lo dijo Francois-René de Chateaubriand: «La justicia es el pan del pueblo; siempre está hambriento de ella”» Y Bertolt Brecht lo cuadró con la siguiente frase: «Muchos jueces son tan absolutamente incorruptos que nadie puede inducirles a hacer justicia». Lo que significa, sencillamente, que no tenemos ni pan ni justicia. O lo que es lo mismo, todo en la vida, desde el principio de los tiempos y para las clases menos favorecidas, son incumplimientos. Y aunque estemos muchos que, sin ser opulentos, también incumplimos (en la mayor parte de los casos por que da coraje que los haya con tanta befa), hay una pequeña diferencia a la hora de analizar el porqué es así y el porqué la «poca educación» que se nos atribuye no tiene porque ser siempre motivo de insubordinación: Un pobre roba por necesidad; un rico lo hace por avaricia; un pobre no paga porque no puede, un rico no lo hace porque es un tramposo; un pobre defrauda obligado por las circunstancias, un rico defrauda porque se piensa que eso es un derecho que le es inalienable por su condición. Y así, los políticos, que son ya casi todos ricos (no hace falta decir por qué), se creen merecedores de un sistema corrupto que los ampare y los proteja. La política es, por su propia naturaleza, corrupta; los políticos son, por ende, corruptos por naturaleza. Y, por tanto, no es de extrañar que los incumplimientos no sólo correspondan a su actuación en el propio país al pasarse el «contrato social» que los ciudadanos firmamos con nuestro voto por donde ustedes se imaginan, sino que incumplen todo lo que les obliga desde cualquier otro ente al que estemos asociados. Por ejemplo, a la UE.

¿Somos europeos pues, o no lo somos? ¿Cuántos incumplimientos comete España cada año (por no decir cada día) que nos supone tener que abonar una suculenta multa? Si citamos sólo las que se relacionan con la banca (algo ya pasado de escandaloso), o con las eléctricas, las cantidades son astronómicas y alcanzan los cientos de millones de euros. Y, no se lo pierdan: en casos llevamos pagando desde el año 2010 de la manera más natural del mundo. Así, con estos costos extras, no hay dinero para nada, y ello nos lleva a aumentar la pobreza, el deterioro de la sanidad y la debacle educativa, con el avance sin escapatoria del número de borricos y cerriles que son imposibles de «descorchar», entre otras razones, para corregir las violencias machistas o las psicopatías feministas (que también las hay); pero, eso sí: los bancos españoles se siguen poniendo las botas a base de normas que ya están olvidadas en la Europa desarrollada, y las eléctricas no dejan de aumentar sus beneficios (unos ¡37.000 millones de euros! tirando por lo bajo, en los últimos siete u ocho años). Para que se hagan una idea de lo que está pasando, les diré que de las principales temáticas de los expedientes (sanidad y seguridad alimentaria, justicia y consumo, empleo, telecomunicaciones y energía...), solamente en lo que se refiere a mercado interno, industria, emprendimiento y pymes se llevaron a cabo en el año 2016 nada más y nada menos que ¡270 expedientes! Y en lo referido a estabilidad financiera, servicios bancarios y mercado de capital, la friolera de ¡230 causas! ¿Seguimos incumpliendo? Pues, ¡viva Europa!