TCton rabia, tristeza, desolación e impotencia asiste uno a esta nueva muestra de la política de sangre y fuego aplicada por el Gobierno de Israel a los palestinos. Y a sus vecinos países árabes si hace falta, como parece que ha hecho falta ahora en el caso del Líbano.

Curiosamente, los ataques del ejército israelí a ese país por tierra, mar y aire, se justifican en Tel Aviv como una respuesta al Estado del Líbano y no al grupo terrorista de Hizbulá , cuyos activistas han secuestrado a dos soldados hebreos.

O sea, que de pronto Israel ha olvidado la condición terrorista de esas milicias chiíes y ha preferido endosarle la responsabilidad al Gobierno libanés. Así puede defender su ofensiva militar, cuando lo suyo habría sido en todo caso una acción selectiva sobre los secuestradores.

Es una prueba más de la arbitrariedad de Israel, cuyas desmedidas acciones militares de estos días han vuelto a disparar todas las alarmas en la opinión pública internacional. Alarma y estupor. Porque solo con estupor se puede escuchar, por ejemplo, que se bombardea el aeropuerto de Beirut porque alguien lo utiliza como punto de paso para suministrar armas a Hizbulá.

Nadie en su sano juicio niega a Israel su derecho a fronteras seguras y a defenderse de agresiones externas. Lo discutible son sus métodos. No vale la pena recurrir a los manidos argumentos morales y legales. De nada servirá si se acepta el asesinato de familias enteras, el bloqueo de la población civil o el bombardeo de carreteras o centrales eléctricas como formas de ejercer la legítima defensa.

Hay un trecho largo entre defensa y ensañamiento. No es razonable ni proporcionado relacionar el secuestro de dos soldados israelíes con la feroz respuesta militar contra objetivos civiles. O mezclar el derecho a defenderse con la tragedia humanitaria provocada en Gaza.

En una confrontación tan escandalosamente desigual como la que se libra en Oriente Próximo, la razón estará siempre del lado del fuerte, con el placet de la llamada comunidad internacional, que es otro eufemismo para denominar a quien también tiene la razón de la fuerza, o sea Estados Unidos, el único poder internacional capaz de frenar a Ehud Olmert , digno seguidor de la brutalidad de Sharon .

Sólo si el barril de crudo alcanza los 85 dólares, a lo mejor entonces, el amigo americano se pone las pilas y la UE deja de tocar el violín.

*Periodista