La constitución de la Asamblea ayer, dando así inicio a la octava legislatura desde que Extremadura es autónoma, ha puesto de manifiesto que los días en que la vida política de esta región han girado en torno a Izquierda Unida tocan a su fin. La coalición ha logrado situar a Alejandro Nogales en la secretaría primera de la Mesa, merced al acuerdo con el Partido Popular, pero la decisión del PSOE, tomada el martes y demostrada ayer, de no presentar un candidato a la Presidencia del Parlamento (un candidato que habría salido elegido en primera votación porque IU estaba dispuesta a apoyarlo) ha puesto de manifiesto que los tres diputados no tienen capacidad suficiente para imponer su planes ni marcar los tiempos. No habrá, por tanto, aquel modelo a la inglesa de que hablaba Escobar, en que las presidencias de Junta y Asamblea las ocuparían partidos distintos. Y no lo habrá porque el PSOE, sencillamente, no ha estado dispuesto a bailar al ritmo de Izquierda Unida, lo cual, aunque a la coalición le contraiga, era algo perfectamente previsible. De igual modo, a alguno de los dirigentes de IU se le podrán haber venido abajo, si es que los había alimentado, planes de moción de censura, una eventualidad que entraría en el campo del vodevil y que arrasaría con el prestigio de todos los que participaran en ella, porque no se puede permitir a un partido acceder al gobierno con la secreta intención de derribarlo en cuanto se pueda.

El poder de Izquierda Unida, por tanto, está iniciando el declive, y acabará aún más menguado cuando tenga lugar la investidura de José Antonio Monago. Y mucho más si, para entonces, no han logrado atar alguno de los puntos contenidos en sus ´doce mandamientos´.

A estas alturas, pocos pueden pensar que los dirigentes extremeños de IU han gestionado bien el capital obtenido en las pasadas elecciones. Pero, aunque no sirva de descargo, tampoco hay nada en los dirigentes nacionales que invite a hacer un juicio benigno de su actuación. Cayo Lara, por su protagonismo en esta crisis de IU y por su liderazgo en la coalición, ha cometido no solo errores políticos, sino ha mostrado actitudes de desconsideración hacia la federación extremeña, como si tuviera que venir de fuera quien diera lecciones hasta de historia: uno de los argumentos utilizados para convencer a quienes se resistían a apoyar al PSOE era el de la Guerra Civil, como si aquí se viviera un ambiente entre izquierdas y derechas más propio de febrero de 1936, cuando triunfó el Frente Popular, que del 2011.

Por otro lado, el que la reunión de la Presidencia federal, celebrada ayer en Madrid, se convocara a una hora en que hacía imposible que los representantes de Extremadura estuvieran presentes debido a la constitución del Parlamento, dice muy poco de esa pureza democrática que los órganos de dirección de IU reclaman para sí. Hacer un juicio sin que el acusado pueda defenderse, que fue lo ayer hizo la dirección nacional de IU aunque aplazara las eventuales sanciones, remite a los juicios sumarísimos, una figura que trae recuerdos odiosos para todos.