Líbano es un país que mantiene su porte. Y Beirut su gran estilo. El sur está enfermo. Y parece que lo pueblen fantasmas que habiten una maqueta de edificios sobrevivientes a guerras, a destrucciones, a reconstrucciones, a ataques y a desolaciones. Líbano se yergue en medio de la catástrofe y la locura. Líbano muere un poco y Siria se llena de quienes huyen, medio zombis, de la tragedia; y se unen a quienes llevan más de tres décadas de éxodo palestino; y a los que desde hace varios años han ido emigrando de la antigua Mesopotamia.

Mas Siria es un país de esos que parece haberse parado en el tiempo y haberse negado a asistir al espectáculo de la evolución; no es tan sólo la decadencia fruto de los vaivenes violentos de una existencia movida; es una imagen de decadencia en sí, quizás marcada también por la herida del abandono de tanta gente, muchos de ellos profesionales liberales, que optaron por zafarse de un régimen cuyo cambio intuían difícil y se dedicaron a labrarse un porvenir por tierras europeas y americanas. Siria ahora recoge a quienes las bombas han expulsado de sus tierras y en las calles se oye el árabe en distintos acentos y en diversos dialectos. Y entre los emigrados y los autóctonos, los niños; los niños que trabajan y deambulan por las calles, los niños que han aparcado los juguetes.

Todo esto me lo contaba Farida el otro día, cuando sorpresivamente, a punto de marcar el reloj la medianoche, su voz sonaba inquieta al otro lado del teléfono. "¡Hola, ya he vuelto de Siria! Tengo que contarte". Contenta por el reencuentro con tantos familiares y con los olores y sabores tan conocidos para ella; disgustada y falta de esperanza por lo que había visto. Son casi quince años sin poner el pie en tierras de oriente y, como ella misma me resumió, en el español refranero que tanto le gusta, "esto va para atrás como el cangrejo". Y ciertamente esta frase vale más que mil palabras; y es algo así como un adiós, me dice. "Llegué, vi y que no esperen que vuelva, porque aquello es todo un desastre; eso sí, a quien venga lo recibiré con los brazos abiertos". ¿Estás segura? "Sí, mucho tendría que cambiar todo y no lo creo". Y recuerda también Jordania, "tendrían que hacer algo"; de Irak ya ni hablamos.

Hablemos de Nasralá, pues. Sus fotos pueblan las calles y los pisos de Líbano y de Siria, incluso en las zonas cristianas. Un fanático que se lleva a todos de calle, para entendernos (Pero de fanáticos está lleno el mundo). "Eso es lo que han conseguido, que la gente casi lo adore como a un Dios, ¿hay acaso derecho a esto? Pues no. Pero es que no hay derecho a casi nada de lo que está pasando y se lo están tragando los mismos que llevan años tragándose todo; y si no quieres sopa pues toma dos tazas". Y "pío, pío que yo no he sido", ¿tú no, entonces quién? Y callan como aquellas que pueblan las esquinas, y mientras todo se desmorona.

PD: Y me acuerdo de mi querida María Fernanda , experta en lenguaje simbólico; vamos, que en casi todo ve signos de algo y encima acierta, la tía. Lo comento con Farida, "Africa muere (bueno, desde hace un siglo nunca ha dejado de morir con permiso de todos); el Próximo Oriente se desintegra aún más (si es que alguien se preocupó por integrar algo recientemente); los de América Latina hasta luego que me voy-". "Para, ¿quieres decir que esto es algo así como el fin del mundo, como el fin de todo? No me gusta nada este discurso derrotista y un tanto resabido de qué mal está todo y quizás me levante mañana y todo se haya ido al carajo". Pues va a tener razón; mientras haya un misionero (extremeño, además) entregado a la rehabilitación de niños soldados en Sierra Leona y misioneras y misioneros que sin la venia del Vaticano reparten preservativos, y mujeres árabes y hebreas que trabajan por la paz y por la justicia en Israel, Palestina y los territorios ocupados, y gente que se deja la vida en lo que otros llaman fantasiosas utopías, hay esperanza. Como dice mi amigo José , "lo malo lamentando pero con el mazo dando". Lo mismo dice sadiqati Farida cuando está optimista.

*Periodista