Cuando leo las victorias del joven Rafa Nadal , el número uno mundial en tenis con sólo 24 años, pienso en su madre y me digo que se debe sentir muy orgullosa de él. Lo mismo que otras muchas cuyos hijos o hijas han alcanzado el éxito en diversos campos, como, pongamos por caso, Paloma Rocasolano al pensar que su hija ha llegado a ser Princesa de Asturias y quizás, futura reina; o la madre de Bisbal , la maestrita malagueña madre de Antonio Banderas ; la de Casillas, Sánchez Adalid, Penélope Cruz, Javier Bardem, Alonso, Lorenzo, Espido Freire y tantas otras madres de triunfadores.

El triunfo no es cuestión de buena suerte: detrás de todo triunfo, en cualquier campo, está el esfuerzo, sacrificio, constancia y los deseos de obtener el éxito. Cuando alguien triunfa, el vulgo suele decir: Vaya suerte . No pueden o no quieren entender que no es cuestión de buena suerte sino de tesón y trabajo.

Los padres proyectan en sus hijos sus aspiraciones y frustraciones y hacen suyos los triunfos que ellos no pudieron conseguir, por eso lucen con orgullo ser madre o padre de . El triunfador --deportista, actor, cantante, escritor, ejecutivo...--, ¿nace o se hace? ¿Está predestinado para la gloria? ¿Se le inculca unos valores y unas metas desde el hogar? Depende. En la mayoría de los casos, sí, pero en otros el triunfador lo es de forma autodidacta a pesar de las condiciones adversas en que se haya criado.

En el lado opuesto estarían las madres de los delincuentes, violadores y asesinos famosos que no nombro por no darles más publicidad. Esas madres sufridoras pasearán por su barrio y vivirán avergonzadas por la conducta de sus vástagos. También la mayoría, no todas, porque, en muchos casos, algunas, inconscientes y sin principios, hasta verán encomiable la conducta de sus hijos y la justificarán. Como decía el otro: Hay gente pa tó .

Y mientras, el paro sigue subiendo. Claro que las madres de estos triunfadores saben que a sus hijos o hijas nunca les faltará un trabajo.