Algunos dicen que existe y que prueba de ello es que afectó a seis de sus moradores. Se trata de la maldición de la Moncloa, según la misma siempre habrá un desenlace fatal que se impondrá a la buena gestión y acabará por eclipsar todas las mejoras conseguidas por el presidente de turno. No sabemos cuánto tiempo tardará en hacer efecto sobre Pedro Sánchez pero para algunos agoreros ya se empiezan a notar sus efectos. El inicio del fatal desenlace parece que lo ha invocado Guillermo Fernández Vara al nombrar la soga en casa del ahorcado, lease el artículo 155 de la Constitución a la par que se tramitan los Presupuestos Generales del Estado.

Justo cuando Sánchez necesita del apoyo de los independentistas catalanes para que los presupuestos vean la luz, el barón socialista va y lanza un órdago. Así Pedro se encontrará ante el dilema del patriotismo y el nacionalismo. De Gaulle ya lo dijo, patriota es quien ama lo suyo y nacionalista es quien odia lo ajeno. Ante esta quimera la cara del secretario general del PSOE se asemejará a la del emperador de Andersen cuando le hicieron ver que no iba vestido, que su traje no existía. Lo malo de éste fue que a continuación el pueblo comenzó a vociferar que se encontraba desnudo pese a haber sido lisonjeados sus ropajes por sus cortesano. Cierto es que con 89 diputados, sin haber ganado unas elecciones y con tanto entuerto sin enderezar parece que Sánchez puede llegar a catar otro de los males de la Moncloa, la soledad, aunque alguien debiera decirle que el mejor remedio contra ésta es saber escuchar.