Periodista

La vida es una constante lucha llena de alegrías y tristezas (observe el lector la originalidad de la frase). Y en el devenir del tránsito existencial, incluso, caben las sorpresas, esas que te colman por tus años de persistencia en la utopía y en la sencilla búsqueda de mejorar las relaciones entre los humanos en aras a conseguir la anhelada felicidad, conforme proclaman, ¡oh!, la mayoría de las religiones que en el mundo son y han sido, porque es uno de los objetivos irrenunciables de los seres humanos (recalco y advierto al lector de la originalidad de estos planteamientos).

Carlos Marx ha sido uno de los personajes claves en la historia del mundo moderno. Amantes y detractores se juntan por millones, por activa o por pasiva, para coincidir en que su influencia en la sociedad actual ha sido determinante para ser lo que somos, en especial en las relaciones laborales, aparte de las económicas, si es que pueden disociarse. La mala prensa atribuye a los extremeños un carácter desunido (que lo señalara el poeta Gregorio de Salas fue una simple constatación fechada en un tiempo concreto, como vulgar --sencillo-- periodista, notario de la actualidad). Como consuelo advirtamos de inmediato que ocurre en las mejores familias españolas y mundiales, que no tenemos la exclusiva, como gustaría de proclamar a Aznar, el póstumo. A los extremeños es difícil concitarnos en empresas comunes, aunque de inmediato señalemos la gesta , americana, paradigma de una raza de escogidos, como el hito más grandioso de nuestra historia. El problema es la exégesis, y si para algunos Pizarro ha sido uno de los más sanguinarios personajes en la colonización americana, para otros es un ser lleno de virtudes y, sobre todo, con un tesón y una fuerza encomiables, que fue capaz de atravesar los Andes, con coraza incluida, cuando ya había cumplido con creces los cincuenta años de forcejeos familiares y rivalidades sin cuento, emanadas de la ambición de la hambruna... Todo depende del conocimiento de la época, el estudio histórico, sus traslación conforme a las reglas y circunstancias de aquellos años, la mitología analfabeta, y las reglas que ahora marca Europa, en la soledad manifiesta de la soberbia del nuevo rico, y con bigote. La emigración sería otro de los mojones de nuestra historia particular.

Somos como somos, igual que la mayoría, ni para peor ni para mejor y en cada momento marcamos, o dejamos que nos marquen, el camino. Una vez nos opusimos a la central nuclear de Valdecaballeros y, antes, a la celulosa que nos querían instalar en Mérida. Tenemos pocos hitos colectivos, escasas Marías Pinedas y nuestra bandera es tan reciente que apenas resiste un análisis científico, salvo que fue contrastada, ¡bendito sea¡, por la mayoría del pueblo extremeño. Mientras los unos buscan utopías, otros se llenan la faltriquera. Normalidad.

Y, de golpe, te amanecen con una gran noticia. Marx era de Badajoz; uno de los hombres más importantes en la sociología moderna iba a recibir un homenaje de centenares de pacenses, con su alcalde al frente, como no podía ser menos. Más de mil personas, menos de las 8.000 que se manifestaron contra la guerra en Irak, por supuesto, pero muchas personas, se habían concentrado en un barrio de Badajoz pertrechados con bigote, gafas y una nariz postiza, lo cual tiene su mérito. Todos, alcalde y dos o tres concejales y concejalas al frente, querían simular que eran Groucho Marx, un genio del cine, ¡ojo!, para ingresar en el libro de los récords del Guinnes.

Mi ego se llenó de orgullo. Si no fue por el otro Marx, Carlos, al menos se reconocía en Badajoz la inventiva, el talante transgresor, el humor corrosivo y dinamitador de Groucho. El sentido del ridículo había sido superado en una lección práctica. Badajoz ya puede optar a las máximas empresas colectivas, incluida la revisión y análisis de su Plan General de Ordenación Urbana. Todos a una, con o sin bigote.