El próximo jueves, a las 19.15 h, en el cacereño Palacio de la Isla, se abre la temporada literaria del Aula Valverde, con la visita de Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971), uno de los novelistas españoles más reconocidos en la actualidad, con una docena de novelas y cuatro libros de relatos publicados. El escritor asturiano, que el día anterior estará en el Aula Guadiana de Don Benito, se inició en las letras como poeta, y en los versos de La soledad del grumete (1998) aparecía ya la aspiración a una epopeya acorde con nuestros antiheroicos tiempos postmodernos, como aparecía, en su temprana pieza teatral Las apologías de Sócrates (1999) y su primera novela, La filosofía en invierno (1999), protagonizada por Baruch Spinoza, el componente filosófico, pues no en vano el autor es licenciado en dicha disciplina. Sus siguientes novelas, Panóptico (2001), Los arrebatados (2003) y La noche feroz (2006), densas y concisas, ponían ante nosotros a caracteres trágicos y desbocados, como los protagonistas de Esquilo o Dostoievski.

Menéndez Salmón dio el salto al gran público con la conocida como «Trilogía del mal». En La ofensa (2007), el sastre Kurt Crüwell, enamorado de una judía y alistado de mala gana en el Ejército nazi, experimenta cómo su cuerpo se vuelve insensible al presenciar cómo los noventa lugareños de una aldea francesa son encerrados en la iglesia a la que los nazis prenden fuego, crimen de guerra inspirado en el de Oradour-sur-Glâne. Como el Werner von Ebrennac de El silencio del mar, de Vercors, la más célebre novela de la Resistencia francesa, Kurt es el buen alemán rodeado de la banalidad del mal asumida por sus compatriotas. Su siguiente novela, Derrumbe (2008), la más dura de su autor, narra los asesinatos del perturbado Mortenblau y cómo «la fascinación de la violencia» lleva a tres jóvenes estudiantes de Filosofía a acciones cada vez más criminales. Finalmente, El corrector (2009), se desarrolla durante el fatídico día 11 de marzo de 2004, e incluye una amplia reflexión sobre la escritura como el proceso inacabable de desentrañar los detalles de la realidad, mientras que la política, a veces, es «el arte de disfrazar la mentira», como lo hizo Aznar mientras pudo.

Según el propio autor, tras ahondarse en los abismos del mal necesitaba volver a atmósferas más gratas. La luz es más antigua que el amor (2010) es un luminoso canto a la belleza como consuelo frente a las afrentas del mundo, a través de la peripecia de tres pintores, uno real (Mark Rothko) y dos ficticios: el medieval Adriano de Robertis, y el soviétivo Vsévolod Semiasin. Arte y violencia se unen en su siguiente novela, Medusa (2012), que narra la trayectoria de otro artista ficticio, el pintor-fotógrafo-cineasta alemán Prohaska, que registra desde los criminales experimentos de médicos nazis en Dachau a las malformaciones de los niños de Hiroshima, para concluir que «lo único inacabable en el mundo es el horror».

Niños en el tiempo (2014) aborda la paternidad y la muerte del hijo desde tres historias, una de ellas la infancia de Jesús. En El Sistema (2016) y Homo Lubitz (2018), el autor se desliza hacia lo distópico de un futuro próximo.

La «infrecuente calidad de su prosa» que ya señalara Ricardo Senabre (confesaba Menéndez Salmón que «trabajo cada página, cada párrafo, cada frase») y que se concreta en la precisión de su léxico y la belleza de sus imágenes se aúnan con la preocupación por las cuestiones éticas y con la imaginación de sus argumentos. Como apuntara Eloy Tizón, el asturiano ha hecho «de la negativa a acomodarse una disciplina de lucidez» y por ello cada novela suya es, en el sentido más amplio de la palabra, un acontecimiento, como debería serlo su visita a tierras extremeñas.

*Escritor.