El artista que más atacó la guerra de Bush en la gala de los Oscar fue el ganador del mejor largometraje documental: Michael Moore (Flint, Michigan, EEUU, 23-4-1954), por Bowling for Columbine (feroz alegato contra la libre tenencia de armas en la sociedad americana). Manifestó que sentía vergüenza por tener un presidente elegido con resultados ficticios, capaz de enviar a todos a una guerra por motivos ficticios. Y Moore es precisamente un realizador especializado en cine de no ficción, como demuestra su cinta galardonada, que ya se llevó el Premio Especial del Jurado en Cannes y recibió más de 13 minutos de aplausos cuando se proyectó en el festival. Fundador y director de una revista local, este caballero de peculiar aliño indumentario (casi siempre con una gorra de béisbol), saltó a la fama en 1989 con el documental Roger and me, que narraba la crisis causada por la General Motors al cerrar la factoría de automóviles de Flint, su ciudad natal. Moore plasmó con sarcasmo su acoso a Roger Smith, presidente de la empresa, para que visitase la localidad. Hasta entonces nunca había hecho cine. Desde entonces, gracias al enorme éxito, ha podido hacer cuanto ha querido sin morderse la lengua. Por eso, el exportavoz de la Casa Blanca Mike McCurry advirtió años atrás: "Moore es un personaje muy peligroso". Para los que mandan, claro.