Monago no se va. Al menos por ahora. Así lo ha decidido y así lo ha trasladado a su partido. Sus dos derrotas electorales seguidas (una de ellas desde el poder) hacían presagiar una hipotética marcha y la búsqueda de un nuevo referente en el PP. En lugar de ello, se queda; no como posible candidato en 2023 (eso en principio parece descartado) sino como argamasa de un partido que tiene que recomponerse y buscar un nuevo cabeza de cartel que le dé el protagonismo que necesita para ganar nuevamente las elecciones.

En 2006, cuando Ibarra anunció en la mañana del 19 de septiembre su marcha, en el PP daban saltos de alegría en los pasillos del hotel Zurbarán de Badajoz donde se desarrollaba un acto. Pensaban de verdad que había llegado su momento. Carlos Floriano era un candidato consolidado y aunque en el PSOE se miraba a Fernández Vara como delfín aventajado, no dejaba de ser un recién llegado sobre el que el ‘jefe’ había fijado su mirada.

Consideraban que el peso específico de Ibarra era tal, que con su marcha tras 24 años se perdía buena parte del valor electoral del PSOE. Pero, mira tú por dónde, el advenedizo forense de Olivenza les dio un revolcón en las urnas y alcanzó los 38 escaños. Floriano, esa misma noche, anunció su dimisión al no cumplir las expectativas generadas y, semanas más tarde, se marchó a Madrid como senador por designación autonómica. El líder popular, meses después, se hizo un sitio en Génova, donde llegó a ser vicesecretario de organización y portavoz del partido, pero dejó al PP extremeño hecho un erial.

Hubo que esperar a que llegara un tal Monago para recomponer el partido con la ayuda inestimable de su mentor, Miguel Celdrán, el veterano alcalde de Badajoz, quien quitó de en medio a varios candidatos que podían hacerle sombra, y así y todo Rafael Mateos, Antonio Guerrero y Pedro Acedo iniciaron la carrera hacia el congreso hasta que vieron que los apoyos no les acompañaban.

Monago ahora no quiere correr la misma suerte. Y aunque es verdad que ha imitado a Floriano eligiendo ser senador por designación autonómica, no dejará la presidencia del partido en Extremadura y continuará como diputado en la Asamblea. Ello le ha acarreado alguna que otra crítica interna porque una cosa es perder las elecciones una vez y otra hacerlo dos veces seguidas y, encima, permitir que el enemigo, en este caso el PSOE, se alce con una mayoría absoluta.

Sin embargo, en público todo el mundo calla y en las reuniones del partido nadie rechista cuando el propio Monago dice que las victorias son igual que las derrotas, tienen una responsabilidad compartida. Además, la dirección se ampara en que el PP nacional no pasa por su mejor momento tras la marcha de Rajoy y que mientras a nivel estatal se alcanzó el 22% de los votos, aquí se llegó al 27,5%. Se viene a recalcar de alguna manera que, a pesar de bajar de 28 a 20 escaños en la Asamblea de Extremadura, se ha mantenido el tipo a diferencia de Madrid donde de 137 escaños en el Congreso se ha caído hasta los 66.

Monago ha vuelto a rodearse de su equipo más próximo para tratar de controlar el partido desde el Parlemento, que son los cuatro puntales con que cuenta desde el principio: Fernando Manzano, Cristina Teniente, Juan Parejo y Luis Alfonso Hernández Carrón. A la vez, ha introducido de portavoz al único alcalde de una gran ciudad que ha ganado las elecciones por mayoría absoluta, el plancentino Fernando Pizarro y ha introducido voces nuevas con alcaldes vencedores en un mundo rural donde es casi milagroso ganarle al PSOE en esta coyuntura: Montánchez, Fuente de Cantos y Valencia del Mombuey. Finalmente, ha permitido que asistan los únicos dos diputados en el Congreso con que cuenta el PP extremeño, Alberto Casero y Víctor Píriz. Así, todo ‘controlado’, buena parte de las voces discordantes integradas, y largo camino hasta el congreso regional del partido que tocaría en 2021 aunque todo hace presagiar que se adelantará a 2020.

Cara a este congreso ya veremos qué pasa porque caben dos opciones: la primera, que se monte una candidatura alternativa a la oficial (voces negativas hay, pero de momento sin base ni coordinación); y la segunda, que Monago vuelva nuevamente a hacerse con el mando con el compromiso de coser el partido y buscar un candidato o candidata de consenso cara a las elecciones.

Precedentes hay. Cuando Vara venció la primera vez en 2007, Ibarra era quien mandaba en el PSOE; era su secretario general. Tanto poder tenía, que nadie contestaba ni se oponía a lo que hacía o deshacía su delfín. ¿Por qué no el mismo modelo?, se preguntan en el PP. La diferencia es que entonces Ibarra gobernaba su sexta legislatura y, por tanto, mandaba y Monago desde la oposición manda poco y, en consecuencia, todo lo que hace puede tener defensores, pero también bastantes detractores.