Podría decirse que a partir del momento en que la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, y el presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, inauguraran ayer el tramo de la autovía que une el límite de la provincia de Huelva con la localidad pacense de Monesterio, esta población de 4.700 habitantes empieza a estar en una nueva encrucijada. Porque Monesterio cuenta con una floreciente industria chacinera y hotelera que ha vivido, como buena parte de su economía, de que la antigua N-630 ha atravesado la mitad de la localidad con un flujo de 6.000 vehículos diarios. A partir de ayer la travesía va a ser cada día más el Paseo de Extremadura y los escaparates de las tiendas y los reclamos de los comercios serán vistos por mucha menos gente.

Una autovía es una ocasión de progreso y de desarrollo, pero en Monesterio se da la paradoja de que pocos la ven así, porque, en principio será el factor que haga descender algunos negocios hasta un 80% de su facturación, con el consiguiente temor de la pérdida de puestos de trabajo. Por eso, la nueva circunstancia de Monesterio constituye un reto y también un banco de pruebas de su capacidad de imaginación, trabajo, sentido del riesgo y capacidad de transformación de la economía por parte de los empresarios y la administración municipal. Ya no habrá tantos clientes aparcando junto a las tiendas, pero quién sabe si a cambio de perder 6.000 potenciales compradores diarios, se gana el mercado sevillano. Los monesterienses ya le han echado el ojo a Sevilla, que hasta ayer, sin autovía, estaba más lejos que ahora. No es mal comienzo para empezar una nueva etapa.