WCwáceres, otrora capital de la movida extremeña, está de capa caída. La oferta de ocio diurno está bajo mínimos más días de los deseados y la nocturna casi no existe más allá de las 3 de madrugada. Los hosteleros han reclamado esta semana, entre otras cuestiones, una ampliación del horario de cierre de los bares para reactivar la noche --algo que pide a gritos la juventud-- y para poner fin a una descenso de ingresos que comienza a ser preocupante para sus bolsillos. La Junta y el ayuntamiento se han apresurado a cerrar la puerta a cualquier posibilidad de debate, alegando que el acuerdo actual es el mejor para equilibrar el derecho al descanso de los ciudadanos con el derecho a la diversión. La decisión de ambas administraciones de rechazar cualquier tipo de negociación se antoja, cuando menos, precipitada. Y lo peor es que los representantes políticos que han terciado en este caso han intentado confundir a la población. Nadie --ni los propios hosteleros-- quieren que la paz nocturna termine. Lo lógico en el escenario actual es que se retrasara la hora de cierre de los pubs, garantizándose una insonorización total de éstos, que se facilitara la transformación de los locales en discotecas (con lo cual podrían cerrar a las 6.30) o que, en su defecto, se arbitrara en la capital una zona de copas en el perímetro del casco urbano, sin molestias para el descanso de los vecinos. Todo menos eternizar la situación actual.