TNto creo que el descubrimiento de que Lucy, nuestro ancestro más famoso, muriera al caerse de un árbol tenga otra finalidad que la de satisfacer el ego del paleantropólogo John Kappleman , quien se jacta de haber sido "el primero en proponer una causa para explicar la muerte de Lucy".

Cuesta celebrar esta revelación sobre Lucy, nuestra Australopithecus afarensi de cabecera, la misma semana en que casi 300 personas han fallecido en Italia tras un terremoto que ningún científico del planeta llegó a predecir. Hacerle la biopsia a una primate de 3,2 millones de años después de su fallecimiento será un logro, pero hubiera preferido una simple alerta por parte de la comunidad científica para que 290 personas escaparan de la muerte que les esperaba bajo los escombros. Ya hemos aclarado las causas de las muertes: la de Lucy (porque se cayó de un árbol) y las de las víctimas del terremoto (porque nadie les avisó). ¿Y ahora qué?

Quien tiene boca se equivoca, y la ciencia no es una excepción. Tampoco supo la pseudociencia de las estadísticas acertar en las últimas elecciones en España. Minutos antes del recuento de los votos, las cadenas televisivas, guiadas por las informaciones de las empresas demoscópicas, informaron de que presumiblemente PSOE y Podemos ganarían con mayoría absoluta. Eso no se cumplió, y está a punto de ocurrir todo lo contrario ahora que PP y Ciudadanos han dado un paso adelante para permitir la formación de un gobierno. Evitar las terceras elecciones permitiría frenar nuestro descrédito internacional... Y también el de las empresas demoscópicas.

Pedro Sánchez , esa simbiosis de ambición y negligencia a partes iguales, el hombre que se obstina en ser presidente tras revalidar los peores resultados de la historia de su partido, sigue diciendo no, pero barrunto que, al igual que Lucy, no tardará mucho en darse de bruces tras caer del árbol de la obstinación.