La famosa deuda de Grecia no es otra cosa que un negocio del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Central Europeo. Los bancos y entidades financieras especulan a través de empresas fantasma desde paraísos fiscales, donde un ingente número de inversores anónimos no pagan impuestos y sangran a la gente con el cobro indebido de intereses. Solo con las tasas de las inversiones en cuentas de esos paraísos fiscales los gobiernos recaudarían dinero suficiente para saldar la deuda.

Hay que llegar al fondo de la cuestión: lo que le ocurre a un griego le ocurre a cualquier otro ciudadano europeo, y viceversa. Los especuladores atacan ahora a Europa, pero llevan décadas avasallando al tercer mundo (Africa, Asia y América del Sur), donde son dueños y señores de los principales negocios y riquezas de esas naciones pobres, la mayoría de las cuales son ahora todavía más pobres. No puede ser que 50 empresas tengan más capital que 100 países juntos; aquí hay gato encerrado. Lo de la deuda de los países es un negocio encubierto. Los bancos deberían devolver el dinero prestado y dejarse de canalladas al repartir entre sus directivos esos grandes beneficios. Todo es una fachada de especulación. Si se desmontaran esas empresas, se acabaría el problema. Y cuando acaben con Grecia, atacarán a España y Portugal.

El euro es una moneda que se implantó a la medida que dictaban Alemania y Francia; se empezó la casa por el tejado y ahora faltan leyes para organizar este lío económico.

Ramón M. Arribas **

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