Con cuentagotas. Los medios de comunicación empiezan a mostrar, de nuevo, imágenes como las que nos impresionaron ahora hace 25 años, cuando la fuerza de la televisión introdujo en todos los hogares la crudeza de la crisis alimentaria y nutricional que se daba en Etiopía. Imágenes de niños inmóviles, solo piel y huesos, con la mirada fija, perdida no se sabe dónde; pequeños cuerpos que no tenían fuerza para moverse. Ahora, estas imágenes llegan de nuevo. En realidad, cada año se ha producido alguna crisis nutricional, aunque no la hayamos visto. Pero la que hace ya meses que nuestros equipos atienden en Somalia, Etiopía, Uganda y Níger, tiene, de nuevo, unas dimensiones aterradoras, aunque las imágenes no acaben de llegar. Y, cada minuto que pasa, 9 niños mueren a causa de la desnutrición, la enfermedad que causa la mitad de muertes de niños menores de cinco años en todo el planeta.

Este año todo el mundo parece estar de acuerdo en que existe crisis alimentaria. Se llevan a cabo y se llevarán a cabo numerosas reuniones para analizar el impacto de esta crisis y considerar las soluciones posibles. El incremento de la demanda, los precios energéticos, el cambio climático, las políticas comerciales, los subsidios agrarios de Estados Unidos y de la Unión Europea. Se examinan las causas y, posiblemente, se van a tomar decisiones que incluirán la planificación de ayuda alimentaria.

Pero todo ello exige tiempo y tiempo es, precisamente, lo que los niños desnutridos no pueden ofrecer. Los niños no pueden esperar.

XDURANTE AÑOSx, las políticas de ayuda alimentaria han obviado las necesidades nutricionales de la primera infancia, un olvido que contribuye a la existencia de una crisis crónica de mortalidad infantil, ahora agravada por el incremento del precio de los alimentos. Aceptando la necesidad urgente de encontrar soluciones que garanticen la seguridad alimentaria para todo el planeta, creemos que es imprescindible que la comunidad internacional adopte, de forma inmediata, las estrategias médicas para combatir la mortalidad infantil asociada a la malnutrición. Porque existen, pueden implementarse y hemos podido comprobar su eficacia.

La desnutrición es una emergencia médica que cada año provoca la muerte de 3,5 millones de niños menores de 5 años. Los niños contraen desnutrición cuando no reciben los nutrientes necesarios para mantener su crecimiento. Entonces, el organismo empieza a consumir tejidos para obtenerlos y se produce la consunción, un síntoma claro de desnutrición severa. La gran mayoría de casos severos se dan entre los 6 meses y los 2 años. El 80% de casos se concentra en 20 países: el Africa subsahariana (Sahel y Cuerno de Africa) y algunas zonas del sur de Asia. La Organización Mundial de la Salud estima que existen 178 millones de niños desnutridos en todo el mundo, de los que 20 millones lo son de forma severa.

En los años 60 se empezaron a diseñar estrategias para paliar las crisis nutricionales. Básicamente, se utilizaban harinas enriquecidas, principalmente trigo o maíz mezclado con soja. Estas harinas llevaban un añadido esencial: leche en polvo. Pero hacia los años 80, este ingrediente fue desapareciendo por motivos económicos (fin de los excedentes lácteos). Desde entonces, se considera que incluir elementos de origen animal en estas harinas resulta muy caro y es mejor eliminarlo y llegar a más gente, aunque el producto resultante sea insuficiente. Obviamente, las crisis nutricionales no han cesado.

A finales de los 90 empezó otra línea de investigación que ha resultado mucho más innovadora. Desde hace unos años, existen unos productos listos para el consumo, los RUTF (Ready to Use Therapeutic Food). Se trata de sobres preparados que suministran 500 calorías y que contienen leche en polvo y los 40 nutrientes esenciales que un niño desnutrido necesita para llenar sus deficiencias y ganar peso. Además, el uso del RUTF es fácil: no necesita agua, por lo que no hay peligro de contaminación bacteriana, y las madres pueden llevarse los paquetes a su casa, de forma que no hay que ingresar al niño, a no ser que su estado presente complicaciones.

Sabemos que los RUTF funcionan. Entre el 2006 y el 2007, Médicos sin Fronteras ha tratado a más de 300.000 niños con este sistema y las curaciones han superado el 90%. Otras organizaciones, como Acción contra el Hambre y Unicef, también hicieron uso de ellos. En el 2006, el Programa Mundial de Alimentos y la Unicef anunciaron una estrategia para reducir la desnutrición infantil en 100 millones de familias que contemplaba el uso de los alimentos terapéuticos. Pero el compromiso político y la financiación prometida nunca llegaron, y hoy en día solo un 3% de los 20 millones de niños desnutridos severos reciben tratamiento. Entre 10.000 y 15.000 mil niños lo pagan a diario con su vida.

Nadie puede garantizar que un niño curado no volverá a verse afectado de desnutrición pasado un tiempo. Es por eso que se necesita dinero para estrategias globales con el fin de asegurar la estabilidad alimentaria en todo el mundo. Pero mientras esto llega, lo necesario es que el niño viva, que pueda tener una segunda oportunidad. Es por ello que cada minuto cuenta. No nos engañemos: esta no es una cuestión que pueda ser abordada solo con la participación de las oenegés especializadas. Solos, no podemos. Se necesita voluntad política y apoyo financiero para alcanzar un objetivo demasiado grande para nosotros solos: 20 millones de niños en 20 países. Y, aunque las imágenes tarden en llegar, no vale simular que no las vemos.

*Director de Comunicaciónde Médicos sin Fronteras.