TEtl nivel impositivo en este país, para los que pagamos es importante. Está entre la media de la Unión Europea. Cuando se habla de los impuestos, una lo hace como algo irremediable, exigible y difícilmente aceptable. Pero la realidad no es otra que cuando advierte hospitales públicos, carreteras públicas, servicios de trasporte público, pensiones públicas..., advierte que aquello es necesario. A pesar de todo. Aunque por doquier y por la praxis la picaresca en este asunto está asentada en este país, conforma una tradición y eso es tanto como lastrar cualquier planteamiento a futuro.

La cuestión es la de siempre, el prejuicio hacia la idea de que aquello que pagamos con los impuestos, no siempre es bien revertido para ese fin del bien común. Esto es, se supone que la imposición de los impuestos tiene como virtud la redistribución de la riqueza, respecto de servicios públicos que nos hacen igualitarios al acceso a los mismos.

Pero si hay algo que creo como ciudadanos nos molesta, al común de los mortales, son esos comportamientos de enriquecimiento tan bestiales que queda a una en estado de shock, como si el tema impositivo fuera obviado para unos, en detrimento del resto. El otro día escuchaba a una persona, de perfil de izquierda, decir que no deberíamos pagar determinadas actuaciones a los pensionistas, porque hay pensiones que dan para bien; en temas como los viajes de Imserso, reducción de las tarjetas de trasporte público, u otro tipo de servicios. A nadie se le escapa y puede ser una realidad que puede haber pensiones altas en este país, y de hecho las hay. Y, desde luego, si miramos a muchos antiguos exdiputados y senadores, por el solo hecho de siete años en tal condición, tienen derecho a la máxima. Pero esto no quiere decir que no tengamos que determinar acciones y derechos adquiridos para aquellas personas que han contribuido, con su vida laboral, al mantenimiento de servicios y a crear un fondo de pensiones. En eso, algunas estamos muy de acuerdo al hecho de que vayan nuestros impuestos, por el mero hecho de conformar un Estado del Bienestar.

XLA CONTRARIEDADx aparece cuando en una situación de economía de libre mercado unos generan excesivos enjuagues de las administraciones públicas, a costa de un nivel impositivo que es el que es. En España la media del salario es la que es, hemos sido y somos un país con importantes recursos de la Unión Europea, destinados a hacer crecer un sistema de infraestructuras públicas insuficientes hasta hace unos veinticinco años. Esta es la realidad.

Por eso cuando tanto se habla del nivel impositivo de este país, y por ende de las comunidades autónomas, tendríamos que contraponer siempre lo que cada ciudadano aporta, con lo que las administraciones tienen la capacidad de gestionar y de hacerlo con la eficiencia debida para que estos impuestos estén bien empleados. Se trata de la optimización del sector público, del que siempre se habla, pero aún se ha sido incapaz de hacer una auditoría con la eficacia suficiente para saber dónde hemos de recortar, y en qué hemos de hacer la inversión. Siempre se habla de educación, sanidad, pensiones y trasporte público, entre otros. Con ser fundamentales, no se ha sido capaz de hacer que estos servicios funcionen con la suficiencia para que, por ejemplo, sea una queja constante el problema de las listas de espera de la sanidad pública. Hemos abaratado con las nuevas tecnologías la estrategia del sector sanitario, pero no hemos conseguido que se adecúe a la demanda de la sociedad.