Tengo que decirte que hay amores destinados a la eternidad. Personas que cambian el transcurso de tu vida para siempre. Y frases que rellenan esos huecos inconexos. Y es que, he aprendido a saborear lo amargo de las despedidas, a traspasar fronteras llenas de incertidumbre y a descifrar cada uno de tus gestos. Quizás, he recorrido caminos llenos de arena en direcciones incorrectas. Pero, lo confieso. Todo ello, ha merecido la pena. Y también, el amor. Tener un nudo en el estómago pero lleno de mariposas. Y no, no me arrepiento de esas cosquillas que envuelven cada centímetro de mi piel. Cerrar los ojos y conseguir dibujar tu rostro entre mis sueños. Que mis labios sólo sean capaces de nombrarte a ti y que al mismo tiempo sonría entre párrafo y frase. Porque tú eres mi mejor apuesta. Y eso que llegaste derribando mis planes y poniendo mi mundo del revés. Pero, aquí estamos. Presos de una constante lluvia de la cual conseguimos aprender a bailar bajo ella. Al fin y al cabo, de eso se trata el amor. Una lucha constante por la supervivencia. Aunque, esta vez de los dos. De nosotros. De hecho, esto es una auténtica operación a corazón abierto donde tengo dos opciones: salir ilesa o con una coraza dibujada a modo de cicatriz. Y para ser sincera, prefiero lo primero. Contigo. Y ojalá nunca sin ti.