La Comisión Europea ha relanzado el debate sobre la energía nuclear en el Viejo Continente. La dependencia de las importaciones procedentes de regiones y proveedores inestables implica un grave riesgo, acentuado porque algunos países usan la energía como arma para conseguir sus objetivos políticos. En suma, el abastecimiento energético continental no puede depender de los caprichos y/o del chantaje de la OPEP, de Putin o de la estabilidad del Magreb. Las economías de la Unión Europea necesitan flujos de energía fiables, asequibles y viables. En el caso de España, esta exigencia es vital. Ante este panorama se plantea una pregunta: ¿Qué hacer?

España no va a tener capacidad de abastecer su demanda energética en el horizonte del medio y del largo plazo. El potencial aumento de la generación en cualquiera de sus fuentes tradicionales (hidráulica, termoeléctrica o ciclo combinado) será para cubrir la demanda futura. Sin duda es posible y deseable un mayor desarrollo de las energías renovables pero éste ha de verse complementado por otras vías de generación para abastecer la demanda si la economía mantiene un ritmo de crecimiento elevado en los próximos años. De lo contrario sólo caben dos alternativas: bien una subida drástica de los precios bien su racionamiento burocrático. Cualquiera de esas opciones tendría un impacto negativo sobre la competitividad de la economía nacional.

La energía nuclear contribuiría a asegurar un suministro de energía estable y competitivo a España. Al mismo tiempo, la energía nuclear no se ve afectada por las oscilaciones de precios a las que se enfrentan el gas o el petróleo. El uranio sólo representa entre un 5 y un 10% de los costes de producción por kilovatio/hora. Por el contrario, el precio del gas representa dos tercios de los costes de las plantas de ciclo combinado. Desde esta perspectiva, la energía nuclear constituye un potente amortiguador de los posibles choques de oferta derivados de las fluctuaciones de precios de los combustibles fósiles. En otras palabras harían mucho menos vulnerable a la economía española y además contribuiría de manera decisiva a incrementar la inversión en I+D+i al tratarse de una industria intensiva en ese tipo de capital.

En suma, el debate sobre la energía nuclear ha de volverse a plantear en España con urgencia. Se trata de una cuestión de Estado. Habría que caminar hacia un esquema en el cual la nuclear junto a las energías renovables constituyese el núcleo duro de la oferta energética española. Esa es la mejor respuesta para suministrar a la economía nacional un recurso básico para su desarrollo. Pero requiere un entorno regulatorio estable y esta es decisión de los políticos.

*Periodista