Es difícil encontrar una visión de la demoledora victoria de Boris Johnson que no pase por explicarla como un triunfo del brexit. Muchos han interpretado (si es interesadamente o no, cosa suya) este proceso electoral como un refrendo de la decisión popular de abandonar esa Unión Europea que tan ajena y lejana suena en las islas. Puede ser, sin duda. Y Ockham estaría de acuerdo. Pero no termina de atar todos los cabos del porqué ha conseguido una adhesión significativamente superior que el referéndum directo. Parece que se rompiera ahí la coherencia interna de la justificación.

Los movimientos políticos de la última década se han explicado desde las profundas heridas sociales que ha dejado la gran recesión económica.El auge de iniciativas contra el capitalismo tenía sentido porque el sistema nos había fallado y sentíamos como si alguien hubiera desvalijado la casa mientras estábamos de vacaciones. La forma de protección que brinda el nacionalismo surge como una reconfortante vuelta a casa, a un entorno de seguridad donde todo es conocido y parece en un su sitio. Es difícil argumentar en contra porque la sima de la crisis nos inoculó el miedo en el cuerpo como sociedad. Y tememos tanto el miedo en sí como la utilización que de él se puede hacer.

Parece curioso que a los ojos de la opinión pública, sin embargo, siempre se señale al votante. Cada vez que un resultado no cumplía las previsiones de la demoscopia y nos sumíamos en la sorpresa, se hablaba de un giro del votante. No de la lógica detrás de las encuestas ni el enrevesado interés en la relación entre el resultado de la misma y quien la encarga. Todo el mundo sabe qué quiere el pueblo y quiénes son realmente sus representantes.

Si vivimos cada vez más virando hacia posiciones políticas enfermizamente encarnizadas, si los debates se polarizan en exceso, se decide que la causa es que la sociedad se está dejando tentar por los extremos. Una cómoda paráfrasis, que, además, no es falsa. Lo que es realmente dudoso es que el votante se esté comportando de forma caprichosa o alimente nuevas opciones políticas cada vez más radicales sólo porque sí. Esto puede parecer el debate del huevo y la gallina. Porque, ¿qué opción diferente se estaba ofreciendo?

Por un lado, se ha encontrado con los que han decidido equiparar el liberalismo con los fallos del capitalismo y demonizar el sistema completo. La dejación en la regulación (ojo, decisiones políticas), la extensión de la confusión de lo público con lo privado (ojo, la gestión pública es política) y la falta de reacción ante las turbulencias han sido sentenciadas como culpables de la dura crisis financiera. Sólo que los estados han sido declarados libres de toda culpa, pese a su clarísima implicación de la gestión pública dentro de las causas previas a la crisis o en la desordenada salida de la misma; por eso no resulta raro que se siga hablando de un rescate a la banca donde mayoritariamente había cajas de ahorro (públicas). Da igual, el famoso relato ha vencido y nos dice que debemos temer el (neo)liberalismo.

La misma fría táctica está detrás, a nivel mundial, del resurgir del nacionalismo. La crisis ha ayudado a la creación de los grandes malvados, verdaderos malos de película de Marvel, que surgen como deus ex machina y sitúa en su extirpación la única y verdadera vía de arreglo.

No sólo es España, ni siquiera Europa. Trump hizo campaña contra la globalización y las grandes élites interesadas, en las que encuadra a las grandes corporaciones. Enemigos habituales. Otros, más cercanos, ha optado por llamarlos fortunas, casta. O Amancio Ortega. Algunos, simplemente, España. El caso es que sea un rival formidable, inmarcesible, que luzcan imbatible, pero que convierta a cada voto en un pequeño David. Que se vean bien claro los gigantes y se tapen los molinos.

Con este panorama: ¿dónde había refugio? Por supuesto que la sociedad se está extremando, no paramos de empujar para que así sea. A pesar de que, en muchos países y en el nuestro de momento también, las opciones moderadas sean las de mayor aceptación.

A lo mejor lo que han votado los británicos ha sido algo más sencillo. Lo que están demandando a Johnson es claridad y soluciones. Después, puedes equivocarte, pero fija lo que vayas a hacer. Dejad de asustarnos y arbitrar soluciones. Saca adelante de una vez tu maldito brexit. Pero sigamos funcionando.

*Abogado. Especialista en finanzas.