De mis lejanos años en la Facultad de Periodismo conservo un puñado de amigos, algunos libros que me marcaron, recuerdos de mañanas luminosas al sol en el patio y ciertas teorías que luego la vida profesional se encargó de poner en su sitio. Recuerdo debates sobre la objetividad, el derecho la información, la censura...todo aderezado con el entusiasmo y la pasión que sólo te dan los 20 años.

Recuerdo también a algunos teóricos de la comunicación y sus citas, que solíamos intercalar en los trabajos para sentirnos respaldados. Algunas se convirtieron casi en dogmas, como aquel ‘El medio es el mensaje’, de Marshall McLuhan. Y nunca hasta ahora ha sido tan evidente que la realidad será una dependiendo de quién y cómo la cuente, porque la objetividad será la que cada medio de comunicación y sus intereses decidan.

Nunca hemos manejado tanta información y a la vez vez tan contradictoria, y por eso la verdad es tan relativa. No es frecuente que alguien se acerque a un medio de comunicación con la mirada limpia o ingenua, porque antes de abrir tal periódico, poner tal cadena o buscar tal blog sabe de antemano qué postura se va a encontrar respecto a un tema concreto. La política y la economía marcan a día de hoy los editoriales, porque los medios de comunicación son empresas, normalmente ligadas a otras empresas, a las que defienden desde la palabra o el silencio.

Para que lo entiendan: nadie espera encontrar elogios a Casado en la Sexta, ni críticas a la monarquía en ABC, ni halagos a Iglesias en La Razón. Por eso cada vez es más difícil informarse; porque más que contar, los medios tratan de llevarnos a su terreno. Y cada vez resulta más difícil encontrar una trinchera que no haya sido invadida por unos o por otros. Hasta una red social como Twitter se ha polarizado en blanco o negro en todos los temas (incluso en la tortilla, tema que no admitiría discusión porque los concebollistas tenemos razón), hasta el punto de bloquear y no escuchar opiniones contrarias a la propia. Propongo abrir la mente, cuestionar todo lo que nos llega (hasta de voces ‘amigas’) y tratar de ver más allá de lo que nos cuentan. Y luego, decidir. Y acabo apoyándome de nuevo en McLuhan: «No hay absolutamente nada que no pueda evitarse mientras exista el deseo de contemplar lo que está ocurriendo».

* Periodista