Desde el umbral
Pablo 'Tigger' Iglesias
Antonio Galván González
08/05/2016
Tigger es un personaje de cuento que nació, allá por el año 1928, en el libro infantil 'The House at Pooh Corner'. Su creador fue el escritor británico Alan Alexander Milne , que en el 26 se sacó del cacumen al oso Winnie The Pooh y a todo un universo imaginario, integrado por el propio Tigger y un amplio elenco de secundarios. Todos ellos conviven en el bosque de los cien acres, donde transcurren mil y una aventuras en las que estos personajes antropomórficos se involucran de uno u otro modo. Y, entre el devenir de esas peripecias, la trama deja siempre oquedades para que los rasgos de personalidad de cada personaje afloren de un modo natural. Gracias a lo cual, sin dedicar ningún esfuerzo, podemos averiguar cómo son Piglet , Conejo , Búho , Cangu , Rito , Igor , Winnie , o el propio Tigger, que es al que hoy quiero traer al primer plano de esta columna.
Tigger es un personaje que destaca, en primer lugar, por su radiante color naranja y por su largas rayas negras sobre la piel, que contrastan con el discreto --si no anodino-- aspecto de otros personajes que desfilan por las páginas --y fotogramas-- protagonizados por Winnie y sus amigos. Tigger tiene un alto concepto de sí mismo, lo que le ayuda a enfrentarse a la vida con una seguridad pasmosa. Ese rasgo, que puede parecer positivo, le lleva a fracasar en no pocas ocasiones, por pasarse de listo y creerse más hábil de lo que es. Su ego superdesarrollado le induce, frecuentemente, a comprometerse a realizar acciones y tareas de las que, finalmente, tiene que desistir, por la tozudez de una realidad que le sitúa ante el espejo de sus imperfecciones y carencias. Pero esto no le hace cambiar. Ni le impide seguir dando botes por la vida, en una especie de huída existencial, al son del 'bote trote con rebote antitropezón', una danza 'saltimbanqueante' con la que disfruta y llama la atención.
Bien, pues, a este respecto, quería contarles que hay un político español que se parece mucho a Tigger, salvo en su inocencia y candidez. Como Tigger, el político llama la atención por su aspecto, tiene el ego hinchado, se cree el más guapo y listo del chirrión, y promete que va a hacer cosas que la realidad le niega. No sé si sabrán ya a quién me refiero. Pero puedo decirles que luce coleta, que adora el foco, y que pulula por ahí diciéndose y desdiciéndose a sí mismo, según el devenir de los idus demoscópicos.
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