El señor Agustín tuvo siempre aficiones sencillas. Su historia no es de las que aparecen en los medios de comunicación. Por eso quisiera rendirle homenaje a él y a tantos extremeños que pasaron por el mundo dando testimonio de trabajo sin más ambiciones.

Probablemente este escrito no sea objetivo y solo sirva para aliviar su sorpresiva y reciente pérdida. La vida del señor Agustín -y la de su consuegro don Faustino, apagada hace dos meses- ha sido la de muchos ciudadanos de esta región, trabajadores recios, que echaron el bofe para sacar sus familias adelante. Una proeza.

Agustín era parte de esta tierra y su marcha repentina nos deja huérfanos a todos. En su existencia solo hubo madrugones para ir a trabajar en obras lejos de su casa, jornadas interminables y muchas salidas al campo. Le gustaba el fútbol, los toros, silbar y tocar la trompeta.

Además de profesional de la construcción, Agustín fue artesano, pero de los de verdad, de los que realmente hacen las cosas con sus manos. Elaboraba miniaturas de aperos de labranza, flautas, carracas, tajos de trabajo y reproducciones a escala de chozos que vendió por afición en las ferias de la provincia.

También fue cazador, actividad que practicó hasta que sus facultades se lo permitieron. Hace ya años le hice una foto con la última liebre cobrada antes de entregar la escopeta. Lo que más le gustaba era ir al campo a coger criadillas y espárragos. Lo dicho, gustos sencillos, de gente que ha luchado por hacer Extremadura más grande y mejor, pero que no sale en los titulares de la prensa. Hombre discreto, Agustín se nos ha ido de golpe.

Le enfadaban mucho las injusticias y los abusos de los poderosos. Siempre me trató como uno más de la familia y su ausencia deja un enorme vacío en todos los que tuvimos la suerte de conocerle. Cuando pasen ustedes por encima de los puentes de nuestro terruño recuerden que el señor Agustín se dejó la piel para que fueran sólidos y fuertes como su vida.

*Periodista.