No me importan las críticas de los lectores al periódico. Es más, creo que son sanas y nos permiten mejorar y crecer en un producto que nace y muere cada día en su compromiso con la sociedad. Sin embargo, lo confieso, no me gusta que alguien de fuera venga a darme lecciones de periodismo, sobre todo si el juicio sumarísimo procede de la clase política. Ahora, lo que me queda ojiplático es cuando veo cómo se indigna más de uno de dentro de la profesión con las críticas que nos han llegado esta semana a todos los periódicos de papel por la famosa portada de Endesa.

La compañía eléctrica española invirtió en publicidad para copar el mismo día (el pasado lunes) la primera página de la mayoría de los rotativos nacionales y regionales con una amplia información sobre sus proyectos. En el Periódico Extremadura también lo hicimos. La sensación al tener el periódico en las manos fue rara.

Esas críticas nos acusan de que estamos vendidos al poder, en este caso al de una multinacional, que es quien dicta qué debemos escribir y a favor de quién. Ni mucho menos es así.

Lo voy a explicar: los periódicos tienen varias fuentes de financiación para que los periodistas podamos tener un sueldo como cualquier otro trabajador. Y una de esas fuentes es la publicidad. Obviamente si alguien paga por tener visibilidad, exige una posición privilegiada y un buen trato. Ocurre en la vida, en general, quien va un espectáculo y compra entradas de fondo o de tribuna. Cada una tiene su precio porque están mejor o peor posicionadas.

Los periodistas no pululamos en un universo idílico ajeno a la realidad. Ya nos gustaría. En nuestro mundo, como en el de todas las profesiones, también manda la cuenta de resultados. Por eso estamos siempre en un tira y afloja que nos permite sobrevivir y hacer periodismo. Porque ambas cosas son posibles. Porque existe ese equilibrio que se evidencia en el trabajo que hacemos cada jornada. Un día la portada es de Endesa o cualquier otro anunciante y al siguiente la protagoniza, Elsa, la niña transexual de 8 años cuyo discurso en la Asamblea de Extremadura para defender su felicidad ha dado la vuelta a España y ha sonado en el extranjero. Así es el periodismo. Así es la vida.

Como decía, no hemos vivido nunca al margen de la sociedad en la que manda el poder económico. Y como mencionaba al principio, me quedo ojiplático con algunos indignados por las críticas argumentando que los periodistas también comemos; son los mismos que se llenan la boca de libertad e independencia para intentar diferenciarse de otros diciendo que ellos sí, y los demás no, hacen periodismo porque son libres. Les he escuchado también juicios de valor como «si tú no pagas por tu información, alguien están pagando por ella» para denostar, por ejemplo, la prensa gratuita.

La portada de Endesa, para bien o para mal, nos iguala a todos. Y yo, que llevo más de 25 años de profesión en distintos medios de comunicación, puedo decir que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

En esta casa lo tenemos claro, y hemos encontrado el equilibrio. Y sí, ofrecemos periódicos gratuitos, La Crónica de Badajoz o El Periódico de Plasencia o El Periódico de Almendralejo, con grandes periodistas que cada día dignifican la profesión. Periódicos que hacen denuncia social, que recogen las quejas de los barrios, que cuestionan las decisiones políticas, que son referente en su ciudad, que cada día se cuelan en 3.000, 6.000 o 4.000 hogares dependiendo de cada población. Y que se financian solo con publicidad. Es compatible. Así de fácil.

Lo que algunos están descubriendo ahora o lo que algunos ahora tienen que defender aquí ya lo sabemos de sobra en el Periódico Extremadura.

Ahora bien, aunque este juego funcione desde hace siglos, aunque prensa y publicidad convivan con esa naturalidad, no implica que sea la mejor ni la única opción. Que las cosas sean así de siempre no significa que no se puedan cuestionar. Todo lo contrario.

Unamos fuerzas para lanzar un mensaje a la sociedad en su conjunto: no podemos renunciar a portadas como la de Endesa porque queremos seguir haciendo periodismo. Y como los lectores han dejado de acudir a los quioscos a comprar nuestro producto de forma masiva como ocurría antes y nosotros hemos abrazado el modelo digital del gratis total (con todas sus consecuencias), ¿qué nos queda? Reflexionemos todos. Pero sin hipocresías, por favor.

Y no pasa nada por hacer un poco de autocrítica. Es bueno, es sano, nos ayuda a crecer. Es señal de madurez, seguridad y también de fortaleza.