El hombre tiene una visión frontal y estereoscópica, que se manifiesta en un solo plano; enfocando solamente desde un ángulo o perspectiva la realidad que se muestra ante sus ojos. Por ello sería incapaz de captar el mundo real en todas sus caras y matices si no tuviera también dos cualidades complementarias, que enriquecen su capacidad de visión: la imaginación y el lenguaje.

Ante la realidad poliédrica y cambiante de nuestro mundo sensible, tan compleja en aspectos y panorámicas, el individuo siente el estímulo de adivinar con su imaginación lo que hay por detrás de cada figura, o los bordes y límites que la definen por el envés. Pero, además, con su lenguaje y su capacidad de raciocinio, completa los datos ocultos de cada poliedro, con descripciones ricas y creativas que rompen las limitaciones de su capacidad visual.

Desde tiempos bien remotos, mediante el arte o con la creación literaria, los individuos y las culturas intentaron superar su pobreza iconoscópica probando a describir la espalda del mundo. Intuyendo las caras o planos ocultos que no podían contemplar directamente con sus ojos. Recreándolas en versos y narraciones de inspiración mística o fantástica, que pusieran de manifiesto la riqueza imaginada de su cromatismo o los contrastes de su plasticidad; ya que las imágenes que nos llegan solamente a través de la retina o las que quedan impresionadas en los objetivos fotográficos, son también imágenes planas y monofocales, quietas, mudas y, frecuentemente, plasmadas en "blanco y negro". En razón de ello, el viejo axioma de que "Una imagen vale más que mil palabras" es radicalmente falso, ya que sin imaginación y sin literatura --sin iconos modelados por nuestra mente y sin palabras que resalten nuestros sentimientos-- sería imposible percibir las caras ocultas y escondidas que posee toda realidad mundana.

XCUANDOx aún somos niños, nuestra realidad más palpitante es una mezcla de fantasías y balbuceos que intentan desbrozar el mundo de toda la maraña de objetos absurdos que nos le ocultan. En la juventud buscamos afanosamente experiencias e impresiones emocionales para revestir con ellos la fría realidad de un mundo plano y monocromo. Este impulso innovador, nos hace desechar la pobreza de la realidad para imaginar un universo chispeante y fantástico que se acomode mejor a nuestros deseos y a nuestros sueños.

En la madurez, es el arte y la poesía las que nos muestran una realidad exterior más acogedora y humanizada, engastada en evocaciones y recuerdos; desplegada en todas sus dimensiones para que la entendamos y la asumamos en su intrincada complejidad. Lo importante no es ver los planos romboidales de la espalda del icosaedro, sino adivinarlos, reconstruirlos con nuestra mente y nuestra fantasía; comprobar la redondez imperfecta de su esferidad angulosa y llena de aristas --como el decurso de nuestras vidas-- para poder describirlas a los demás con toda la riqueza de nuestro lenguaje.

Todas las culturas y pueblos, fueran avanzados o retrasados, progresistas o conservadores, de cualquier raza o color, a través de su Historia, han estimulado a la imaginación y al arte, mediante creencias o misticismos religiosos, para engarzar explicaciones --lógicas o fantásticas-- a los procesos naturales, a los que su inteligencia natural aún no alcanzaba a explicar. En nuestro propio tiempo, los avances de la ciencia y la madurez del discurso nos ha permitido, si no ver, al menos adivinar, el infinito universo oculto y lejano al que los sentidos no llegan. Aún así, siempre quedará una milésima de misterio en los sotabancos de la realidad.

Al otro lado de nuestra percepción siempre habrá celajes sin descorrer. Entre la credulidad y la duda, que permitirán al hombre estimular su creatividad, su imaginación y la precisión verbal, para adivinar y explicar lo inexplicable, lo enigmático, lo que se encuentra más allá de nuestra limitada e imperfecta sensibilidad. En el mismo nido en el que nacen y crecen la fantasía y el balbuceo racional, se cuajan y definen los dogmas de las religiones; y todo ello, hábil y sabiamente mezclado y concertado, forman el contexto real del Universo, al que vamos desvelando poco a poco en la intimidad de nuestra conciencia.