El ministro portugués de Medio Ambiente, Francisco Nunes Correia, ha informado de los temores de su país sobre las posibles consecuencias que pueda tener para la calidad del agua del Guadiana si la refinería Balboa vierte al mismo elementos contaminantes. Portugal, como es lógico, quiere tener la seguridad de que las aguas de la presa de Alqueva, que alimenta el Guadiana, no van a disminuir en calidad como consecuencia de la actividad de refino. La posición del Gobierno portugués es la que corresponde: ningún ejecutivo responsable podría tener otra que la defensa de sus intereses. Máxime cuando aclara que sus alegaciones no pueden interpretarse como que Portugal es contrario a la creación de esta industria.

La posición portuguesa, lejos de ensombrecer el proyecto, lo hace mejor, porque lo convierte en más garantista. A partir de ahora, el Ministerio de Medio Ambiente español tendrá que tener en cuenta también las exigencias portuguesas, si no quiere que el país vecino plantee un contencioso del que tendría que responder España ante la Comisión Europea.

Se da la circunstancia de que además de las garantías del Estado, la comunidad autónoma tendrá que hacer una declaración expresa sobre la calidad de las aguas efluentes de la refinería, puesto que el visto bueno sobre las mismas forma parte de los requisitos para obtener la Autorización Ambiental Integrada, un permiso por el que tendrá que pasar la industria cada ocho años.