En la universidad existe ya tradicionalmente la figura del profesor emérito para aquellos docentes que han destacado en su trayectoria académica y a los que, al llegar la edad de su jubilación, se les permite continuar impartiendo algunas clases y colaborando con su facultad.

En la enseñanza no universitaria no había nada parecido hasta que la Junta de Extremadura decidió por su cuenta en 2012 crear la condición de emérito también para el profesorado de institutos y colegios públicos. Para acceder a este título, los profesores jubilados de primaria o secundaria deben acreditar, en principio, unos tres años consecutivos o cinco salteados de colaboración con un centro de enseñanza o con la administración educativa en labores de innovación docente, formación del profesorado, apoyo, o cooperación en actividades extraescolares y culturales.

El título es meramente honorífico, no retribuído, pero se considera un galardón relevante que es objeto de conmemoración con un acto oficial al producirse el nombramiento.

En Galicia y en las demás comunidades hay profesores jubilados que siguen colaborando con sus antiguos centros desinteresadamente. Son un capital humano importante por su experiencia y sabiduría, y pueden aportar mucho todavía al mundo de la docencia y a las actividades complementarias de los centros. No estaría de más que, al igual que ha sucedido en Extremadura, también aquí se les reconociera y premiara su dedicación con, al menos, una distinción simbólica que les permita, cada vez que participan en charlas o publicaciones, o que son mencionados por otros, añadir a su currúculo algo más que la etiqueta de jubilado. En un país que cuenta con un rey emérito aunque ya no desarrolle actividad pública, sería de entera justicia adjudicar también este término a quienes ayudan sin cobrar un euro a la buena marcha de la educación pública.

a la patronal

Empleo y salarios dignos para el campo extremeño

Emilio Terrón

Secretario sectorial Agrario y del Manipulado Hortofrutícola de UGT FICA

A UGT-FICA nos ha dejado un sabor agridulce el artículo de opinión ¿Una Extremadura sin jornaleros? publicado en su periódico. Nos entristece porque pone de manifiesto el tipo de empresariado que todavía campa en el sector agrario español. El firmante se retrata a sí mismo y deja meridianamente claro con qué tipo de personas y organizaciones nos tenemos que batir el cobre los sindicatos en las mesas de negociación para dignificar el trabajo agrario.

Lo que otras patronales del campo de nuestro país han asumido con normalidad sin necesidad de llegar a laudos, como es el cumplimiento del Real Decreto 1462/2018, que establece el salario mínimo interprofesional (SMI) para todos los trabajadores por cuenta ajena, Asaja Extremadura lo rechaza. Al parecer consideran que los y las trabajadoras del campo extremeño tienen menos derechos que los del resto de regiones o sectores económicos y, por ello, hay que poner palos en las ruedas de la justicia para persistir en la discriminación.

Para apuntalar su discurso casposo, el firmante del artículo llega incluso a la temeridad de poner en boca de uno de nuestros compañeros falsas aseveraciones entrecomilladas nunca pronunciadas que han salido de su imaginación.

Para UGT-FICA es triste comprobar lo alejado que está el presidente de Asaja Extremadura de la realidad del sector en los países que cita en su libelo. No estaría de más que conociera las condiciones laborales de los trabajadores del campo de países como Francia, donde el SMI para 2019 está fijado en 1.521,22 € al mes, muy lejos de los 900 € españoles.

Lamentamos el uso torticero que hace de los sindicatos para canalizar su frustración ante la perspectiva de unos nuevos tiempos para las relaciones laborales en el campo.

Pese a ello, desde UGT-FICA seguimos tendiendo nuestra mano para facilitar el tránsito hacia la modernización del sector. Si desde Asaja Extremadura apuestan por facilitar condiciones dignas para los trabajadores y trabajadoras del campo, van a contar siempre con nuestro apoyo.