La Alianza Atlántica no pudo alcanzar tampoco ayer un acuerdo --que requiere la unanimidad-- sobre la petición norteamericana de activar mecanismos de ayuda a sus preparativos militares contra Irak. Francia, Alemania y Bélgica consideran inoportuno hacer planes bélicos cuando postulan más tiempo para los inspectores y el fomento de un desarme pacífico. Beatíficamente, George Robertson, secretario general de la OTAN, minusvalora las discrepancias sobre un calendario que es político: EEUU cuenta por semanas lo que resta para el ataque, y el eje franco- alemán no. Aunque hay algo peor: si bien Turquía --un actor del conflicto-- tiene derecho en su condición de vecino de Irak a que se considere su situación, fue un error presentar su demanda a través de Washington.

EEUU no debió trasladar la controversia con París y Berlín al club atlántico. En puridad, EEUU no precisa militarmente a la OTAN, ya que en función de los acuerdos bilaterales dispondrá en Europa de lo que necesite, incluyendo las bases alemanas. Pero quiere que la Alianza Atlántica se implique directamente ya. Aunque Robertson sabe bien que en la reciente cumbre de Praga se acordó poner los medios de la nueva OTAN al servicio de la ONU, y no de EEUU.