THtace unos quince años nos prometieron la conversión de la carretera 630 en autovía; hace dos legislaturas, la rápida comunicación, --veinte minutos--, entre las principales ciudades extremeñas mediante vías rápidas. Ahora, sin haber cumplido lo prometido, se nos oferta un Ave inmediato y una gran fábrica en Cáceres: tenemos derecho razonable a la duda.

Tal proceder ha acumulado un largo escepticismo y desconfianza y nos ha dotado de una lógica de las frustraciones, o si se quiere, de un sexto sentido para dudar de las promesas. Como pueblo llano, sabemos que éstas se basan en la ética de la responsabilidad, es decir, en hacer lo que hay que hacer, por encima de consideraciones y consecuencias, pero esta sensatez de las cosas se ha visto desmentida por los hechos: ni autovía ni cercanía de ciudades: únicamente retrasos, chatarra en los arcenes, disgustos y sofocos por los continuos accidentes.

No sabemos si es incapacidad, olvido, o una falta de peso específico para traer rápidas y sustanciosas inversiones a esta tierra, pero a estas alturas es muy difícil tragarse ciertas ruedas de molino, a no ser, claro, que alguien, para devolvernos la fe, realice un milagro.

*Licenciado en Filología