Una cuestión de «decencia política». Estuvo acertada la ministra de Educación y portavoz del Gobierno, Isabel Celaá, al calificar de esta forma la decisión del Ejecutivo de Pedro Sánchez de derogar la reforma sanitaria del PP de hace seis años que retiró la tarjeta sanitaria a los inmigrantes en situación irregular y que introdujo el copago de los medicamentos para los pensionistas. El Ejecutivo del PSOE devuelve a España el derecho a la sanidad universal, uno de los principales motivos de orgullo del Estado del bienestar español.

La exclusión de inmigrantes en situación irregular y el copago fueron aprobados por real decreto por el Gobierno de Mariano Rajoy al poco de llegar al poder, en plena crisis y dentro de un paquete de recortes en gasto social. El decreto dejaba fuera a los inmigrantes que no estaban dados de alta en la Seguridad Social (algo imposible de hacer sin un permiso de trabajo). En su momento afectó a 800.000 personas y se calculó que supondría un ahorro de casi mil millones.

A cambio, se negaba que la sanidad fuera un derecho, se mutilaba el sistema del bienestar español y se creaba un riesgo sanitario al dejar a miles de personas fuera del sistema.

Las críticas al copago han ocupado un lugar central en el discurso de Sánchez contra Rajoy. «Lo que ha ocurrido en estos años es la historia de un recorte tras recorte de la sanidad de este país», dijo el líder socialista durante la campaña de las generales del 2015. «Quiero acabar con los copagos, porque considero que la sanidad es un derecho. Apostamos por las subastas de medicamentos y no por los copagos», añadió.

El ahora presidente del Gobierno también ha empleado estos argumentos para atacar a Albert Rivera, líder de Ciudadanos, que llegó a coquetear con la idea de que las comunidades pudieran dotarse de mecanismos de copago con los que financiar la sanidad y la educación. «La fórmula Rivera es igual que la fórmula Rajoy. Es decir, recortes y desigualdad», dijo Sánchez en esa misma campaña.

Junto con el copago, hacía pagar a los más débiles parte de la factura de la crisis. Con esta decisión, Pedro Sánchez devuelve la sanidad española al lugar en el que nunca debería haber dejado de estar.