WUw tilizando la manida metáfora de que "todos estamos en el mismo barco", el primer ministro de Rusia, Vladimir Putin, hizo un inesperado llamamiento a Occidente y muy especialmente al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para cooperar en la resolución de los intrincados problemas causados por la crisis financiera mundial que golpea con dureza a los países emergentes. Esta semana, el discurso del líder ruso en el Foro de Davos no ha sido solo conciliador en cuestiones vidriosas como la seguridad energética y los aranceles, sino que se abstuvo de criticar a los norteamericanos en cuanto al origen de "la tormenta perfecta", como hizo con dureza en diciembre, e incluso expresó sus mejores augurios para Barack Obama. En un alarde pacifista, y tras referirse a las crisis más recientes, Putin proclamó que "la militarización no permite resolver los problemas".

Pronunciado unas horas después de que el Kremlin filtrara la eventual suspensión del despliegue de los misiles denominados Iskander en el enclave de Kaliningrado, que deben apuntar hacia Europa, el discurso de Vladimir Putin únicamente puede interpretarse como un gesto de buena voluntad hacia Occidente, en un momento en que la crisis financiera y los bajos precios del petróleo ponen en entredicho los planes de desarrollo económico de Rusia, pilar inexcusable de las nostalgias imperiales.

Las palabras del primer ministro ruso son una incitación a Obama para que suspenda, a su vez, la instalación de un escudo protector en Polonia y la República Checa. Así se desbrozaría el camino para un nuevo pacto de seguridad paneuropeo, objetivo prioritario de la diplomacia rusa que suscita reacciones contradictorias.

Sea bienvenido el ejercicio diplomático que consiste en sustituir las garras enseñadas en Georgia por el guante de terciopelo de una mejor relación con Occidente. Putin sabe que ya no volverán los días en que Estados Unidos y la URSS negociaban por encima de las cabezas de los europeos. Esto quiere decir que los que vivieron bajo el yugo soviético deberán tener libertad para elegir sus alianzas y no estar sometidos al veto de un poderoso vecino, según lo establecido por la OSCE en el año 1990.

Pero también cabe ponderar que el escudo antimisiles polaco-checo proyectado por Bush, la llegada de la OTAN a Ucrania y la conversión de Georgia en un Israel del Cáucaso entrañan una confrontación sin duda innecesaria para un orden de paz y seguridad en Europa.