Que la primera ola de la pandemia del covid-19 se cebó con ellos lo sabemos y que lo hizo sobre todo en las residencias, también. Pero el porqué, qué pasó dentro de esas residencias, qué falló, cómo se gestionó la crisis es algo que no se ha explicado y debería haberse hecho. No solo al común de la ciudadanía extremeña, sino sobre todo, fundamentalmente, a las familias que tenían a personas mayores dentro de ellas y murieron; que se contagiaron y sobrevivieron o que se libraron del covid, pero se vieron afectadas por la reorganización de los centros.

Que familiares de la Asistida de Cáceres o Los Pinos de Plasencia tengan que recurrir a la Justicia para obtener información es para avergonzarse. Cualquiera que hable con alguna familia con un mayor en una de estas residencias escuchará los mismos lamentos: no han recibido información, no les han explicado las circunstancias del contagio o la muerte de su familiar, no han obtenido respuestas que les permitan entender lo sucedido. No hablamos de protección de datos ni de divulgarlos a los cuatro vientos. Hablamos de que una mujer o marido, hijo o hija, hermano o hermana conozcan lo que le sucedió a su familiar, del que cabe recordar que no pudieron despedirse, ni siquiera velar.

El silencio siempre lleva consigo la sospecha. Si no quieren contestar, será porque ocultan algo, porque algo se hizo mal y no quieren reconocerlo ni dar la cara. Es la opinión de las familias que ahora, unido al duelo por la muerte de sus progenitores, se han puesto en manos de abogados para conseguir que quienes han gestionado estas residencias respondan de y por lo que hicieron. Por las malas, por la «injusticia» cometida, para pedir responsabilidades y porque los que murieron lo hicieron «de manera indigna» Es lo que piensan las familias.

No hablo de la comisión de investigación rechazada en la región con los únicos votos del PSOE porque la política todo lo embarra y al final lo de menos habrían sido los mayores, hablo del respeto que merecen y merecían los familiares. ¿No habría sido más fácil actuar como el médico que, tras fallecer el paciente, se acerca a la familia y le explica lo sucedido? Sin mirar el reloj, respondiendo a sus preguntas, con empatía. Estoy convencida de que, de haberlo hecho, no estarían hoy en los juzgados. Porque al final, si se admiten las querellas o denuncian y se investigan los hechos, todo saldrá a la luz.

También el número real de fallecidos, que las familias quieren conocer porque ya no se creen nada de la administración. Ni ellos ni la ciudadanía. Sin duda estos mayores también merecen una de las Medallas de Extremadura, no solo el personal de las residencias, que también, porque no lo han tenido fácil. Aunque este es otro aspecto igualmente escondido en el cajón de los silencios. H