WEwl viaje de los Reyes a Marruecos se produce en un momento prometedor para la relación entre los dos países. La llegada al poder del PSOE ha servido para superar los años de Aznar, con muchas fricciones mutuas y el incidente de Perejil, provocado por Rabat pero con una carpetovetónica reconquista. La visita se produce cuando Mohamed VI parece dispuesto a profundizar en un intento de transición que cuenta con el apoyo de EEUU, Francia y, desde luego, España.

Con todos los problemas que plantea la vecindad, las relaciones hispano-marroquís siempre serán complejas. La conflictividad sólo se reducirá si se crea un colchón de intereses económicos conjuntos y se evitan roces gratuitos. Pero ayer tuvimos uno más de esos roces, a cuenta del Partido Popular, que atacó a Mohamed VI por una crítica suya a la actitud de Aznar en la tensión sobre el islote. Esa salida de tono desde España el mismo día en que Juan Carlos I aterrizaba en Marraquech, con el riesgo de enturbiar la visita, es otra desconsideración al papel positivo del Rey en la diplomacia española. Forma parte del estilo bronco que tanto prodigó el anterior jefe de Gobierno en todas direcciones y que tanto deterioró la confianza entre Rabat y Madrid.