Dice Valentí Puig que antes acabará la crisis que la banalidad que nos rodea. Tiene toda la razón. Por eso son tan necesarias reflexiones como las de Edgar Morin y Stéphane Hessel . Con motivo de la muerte del autor del celebérrimo librito ¡Indignaos! , el diario Le Monde ha publicado una conversación inédita entre ambos de julio del 2011, ya en plena crisis, cuando "el futuro se ha hundido, dejando paso a la incertidumbre y a la angustia".

Desde una perspectiva de izquierdas, conscientes de que "la socialdemocracia no ha sabido regenerarse para responder a los desafíos de la globalización", ambos abogaban por "regenerar la democracia imprimiéndole un carácter social", en palabras de Morin.

El filósofo y sociólogo francés no rechaza la globalización, en el sentido "de que ha establecido la solidaridad de los pueblos, aunque hay que preservar lo local y lo regional contra el dominio de las multinacionales". La globalización reúne a la vez lo mejor y lo peor. Lo mejor es que ha hecho emerger "una comunidad de destinos para una humanidad confrontada a los mismos problemas fundamentales, sean ecológicos, sociales o políticos".

Convencidos de que otra política económica es posible, basada en la economía verde, social y solidaria, el comercio justo y la agricultura biológica, que acabe con los intermediarios depredadores y con la agricultura industrial, contaminante y destructora del suelo, se interrogaban sobre quién podía hacer esos cambios. Mientras Morin apostaba por una síntesis de la izquierda libertaria, la socialista y la comunista, y por una recomposición de los partidos, Hessel aún confiaba en que las fuerzas políticas actuales serían capaces de encabezar las reformas.

El mensaje es esperanzador porque la pérdida de confianza en las élites no solo conduce a la extrema derecha o a la abstención, sino también a "movimientos libertarios que expresan aspiraciones profundas".