Las dos primeras croatas que conocí fue durante mi Erasmus en Bélgica. Dos hermanas dicharacheras, con gran sentido del humor, muchas ganas de fiesta y bastante cultura. Ellas me dieron, además de muchos momentos divertidos, una visión más amplia de la historia de Yugoslavia. Su abuelo fue prisionero durante la Segunda Guerra Mundial. La familia huyó a Suiza durante la guerra de los 90. Y, de gran sentimiento católico, me agradecían como española el «haber parado a los musulmanes» durante la Reconquista.

Pero todos esos relatos estaban impregnados de un cierto resentimiento, por no decir odio. Recuerdo cómo una noche Betty, en una de sus disertaciones, me susurró: «con los serbios hay que tener mucho cuidado. Parecen amigables pero, en cuanto pueden, te dan la puñalada por la espalda».

Yo había hecho amistad un par de años antes con un chico serbio en Holanda. También bastante resentido por la separación de Yugoslavia. A día de hoy no he recibido ninguna puñalada de su parte.

A mis otras dos amigas croatas me las encontré en Roma. Igual de buena gente y joviales que las dos hermanas de antes. Creo que los croatas tienen un carácter y un humor bastante mediterráneo. Siendo del norte de Croacia, a su gente la guerra apenas les marcó. Y ellas nacieron a la vez que su nuevo país.

Lo que sí les marcó fue las consecuencias de la separación. Me contaban que sus abuelos echaban de menos a Tito. Que se quejaban de que todo había empeorado. Los precios subían. Los sueldos bajaban. Los jóvenes emigraban. El país era básicamente, decían, una colonia vacacional para alemanes.

Lo pude comprobar en la pequeña localidad natal de una de ellas, Rovinj, una perla en la península de Istría, que también fue temporalmente italiana.

De vuelta a Roma, nuestra otra amiga croata había hecho amistad con un serbio. Y sí. Pero no. Para ellas mismas era un desafío. Una forma de rebeldía contra sus propias raíces. «No tenemos nada en contra de los serbios...Pero...». Ese «pero» es el que marca la diferencia.

Me pregunto si el señor Torra hará que yo sienta lo mismo cuando me encuentre con un catalán.