Escritor

Paul Auster, un novelista de largo recorrido por la poesía, el teatro y el cine, autor de esa gran novela que es Trilogía de Nueva York , ha declarado en el diario portugués Publico que "reza todos los días por que Bush caiga", o sea para que desaparezca y se vaya a su rancho de Tejas el resto de sus días. Y a mí se me ocurre, don Antonio, que ahora que usted ya no tiene que demostrar nada, que lo van a nombrar, poco es, arzobispo emérito, por qué no se salta el callejón y nos convoca a un rosario de la aurora contra Bush y todos los que le han ayudado en esta loca carrera hacia ninguna parte. ¿Por qué? Usted que tanto alarmó al inefable de la Cierva, haciéndole creer (aunque nadie sabe, o sí, quien le informaría) que usted era un rojo metido entre las haldas de la Iglesia; usted que ya no tiene nada que demostrar (por cierto tendremos algún día a Abdón de arzobispo), usted que está ya por encima del bien y del mal, por qué, repito, no tira usted por el camino del medio y nos da, o bien nos abre esa ventana tan necesitada para respirar aire puro que no sea de Caminomorisco. Pueblo donde, por cierto, Ibarra, al paso que van las cartas en este periódico, fue el que prendió fuego a Las Hurdes, que hay que ver la leche que tiene doña María Auxiliadora Domínguez. Para una vez que a un político se le ocurre pedir tranquilidad, se le contesta con dos piedras en la mano.

Pues sí, yo también rezo por que Bush caiga, pero no va a caer porque no está de caer sino todo lo contrario, está por amargarnos la vida, y éste no nos pide tranquilidad sino que nos sumemos a sus guerras pase lo que pase. O sea nos pide intranquilidad total.

Yo también rezo por que el Festival de Mérida sea de otra manera, pese a que el señor Márquez, como siempre, le eche la culpa a otros que no entienden de modernidad, cosa que sólo él entiende cada vez que nos lanza uno de sus monólogos. Pero yo no rezo porque Márquez caiga, sino porque sea sólo más modestito.

En fin recen, recen, pero ayúdenos don Antonio.