Víctima, al igual que la mayor parte del tejido productivo, de la crisis económica, y con el tremendo lastre añadido de la piratería, la industria del cine español tiene, sin embargo, motivos para la satisfacción: en el 2009 la recaudación de taquilla de las películas producidas en nuestro país alcanzó un excelente nivel. No solo porque los ingresos fueron superiores a los del año anterior, sino sobre todo porque se revirtió la continuada curva descendente iniciada en el 2004. Este clima de prudente pero indudable satisfacción se evidenció el domingo en la ceremonia de los premios Goya, en la que el presidente de la Academia del Cine, Alex de la Iglesia, llamó a la unidad del sector --no siempre fácil dados los personalismos inherentes a la creación-- y al fortalecimiento de la industria cinematográfica, fundamentalmente con los acuerdos de financiación con las cadenas de televisión. Una buena metáfora de ese deseo la constituyó la presencia en la gala del más internacional de los realizadores españoles, Pedro Almodóvar, que llevaba un lustro enemistado con la academia.

Por lo demás, los Goya demostraron de nuevo, al encumbrar a Celda 211 por delante de Agora, que el cine de calidad y al tiempo popular no precisa necesariamente mucho presupuesto, pero sí buenos guionistas, buenos actores e imaginación. Tres ingredientes básicos para garantizar, como dijo ayer el presidente del Gobierno, que el cine siga siendo "una fábrica de sueños, pero también de puestos de trabajo".