Pudiera parecer al lector de un ejemplar de este periódico aparecido el domingo día 2 que el que suscribe estas líneas está alineado con una tendencia determinada, respecto a la cuestión palpitante de la controvertida Ley del Patrimonio Natural y la Biodiversidad. Mucho cuidado no nos llevemos a engaño.

Tengo amigos y conocidos de uno y otro parecer: los que denostan la susodicha ley y los que no ven en ella peligro alguno para nuestra actividad. Y una cosa es la pertinencia o no de la ley en cuestión y otra la manifestación que se llevó a cabo el sábado día 1 en Madrid.

Yo aparecí en este periódico exponiendo mis razones para asistir a esa manifestación y ¡oh paradojas!, el destino me jugó una mala pasada y no pude asistir, con gran dolor de mi corazón. Porque a eso voy: No tengo nada contra la ministra señora Narbona , ni contra la oportunidad o no de dicha ley. Tanto me da que la hayan hecho los de un signo social como los de enfrente. No me mueve más que mi condición de cazador, con más de cuarenta años con la escopeta al hombro. Y ahí sí que reivindico mi dignidad como amante de la caza, del campo y de la conservación. Porque es que es demasiado duro estar aguantando toda la vida el menosprecio de buena parte de la sociedad, que si conoce mi afición me mira torvamente y con maledicencia.

Y no digamos las nuevas generaciones, ignorantes supinas de lo que es cazar ni de lo que ha de ser de beneficiosa la correcta gestión cinegética para el medio natural. Pues eso: Ya está bien de estar contra las cuerdas del cuadrilátero nacional aguantando una lluvia de golpes en forma de menosprecios, recortes, tasas, impuestos, papeles y demás obstáculos por salir a cazar un puñado de días al año.

Item más: Después de toda la vida leyendo la historia completa de la Literatura Española y todas las delicias literarias de nuestros clásicos, no me trago un texto legislativo infumable, aburrido y con una sintaxis soporífera. Es decir, que si unos sí y otros no, tanto me da. Yo, como expresó magistralmente Raúl del Pozo , hubiese asistido a la Castellana por una sola razón poderosísima: Mi padre era cazador.

Si el señor consejero y el señor director general de Medio Ambiente nos permiten seguir practicando nuestra devoción, que el Señor los bendiga, con esa ley o con otra.

*Escritor