TSte despertó sobresaltado y sudoroso gritando: "¡No, más no por favor, más no!". Su mujer, que dormía placidamente a su lado enseguida abandonó su sueño e intentó calmar a su marido, que se había quedado sentado sobre la cama. "¿Qué te pasa, Ramón ? Cálmate anda, has debido tener una pesadilla", le dijo acariciándole una mejilla con una mano.

En efecto, Ramón había tenido una pesadilla esa noche del 10 al 11 de enero: Era el día 21 de diciembre y estaba celebrando la Navidad con sus compañeros de trabajo comiendo en un restaurante, después de la copiosa comida comenzó a beber champán y se cogió una borrachera de escándalo. Al día siguiente apenas podía moverse debido a la resaca, pero su mujer le estaba esperando para ir a hacer la compra de Nochebuena y malhumorado tuvo que acompañarla. Pero pronto se animó cuando se le llenaron los ojos de mariscos frescos, de carnes rosadas, de frutas exóticas, de exquisitas pastas y turrones multisabores. En días sucesivos, esos mariscos ya cocidos; esas carnes ya asadas; esas frutas, esas pastas y esos turrones le llenaron el estómago a rebosar. Un día comiendo en compañía de los miembros de la peña quinielística; otro en compañía de los socios del club de ajedrez; la noche de Nochebuena; el día de Navidad; la Nochevieja; el día de Año Nuevo; la noche de Reyes; el día 6 de Enero. En fin, que su estómago no paró de digerir con anormalidad y Ramón engordó veinte kilos en quince días --en los sueños bonitos y en las pesadillas ya saben, puede ocurrir de todo--, y un extraño demonio le acusó de pecar cometiendo gula y le condenó a pasar unos días en el infierno. Y el infierno era un gran gimnasio montado a la última donde hacía un calor espantoso. Allí un demonio monitor cogió manía a Ramón y empezó a obligarle a hacer flexiones y abdominales sin parar. Menos mal que Ramón se despertó.

*Pintor