A veces nuestra osadía egocéntrica estimula nuestros pensamientos narcisistas para finalmente llegar a conclusiones erróneas. Nos creemos en posesión de la verdad absoluta y pensamos que los raros son los demás. Así nos va, los amigos van y vienen y los enemigos se amontonan, genéricamente hablando. Si concretamos las relaciones personales y nos centramos en las relaciones de pareja, el tema empeora, sobre todo si tenemos en cuenta que en el amor la mujer nunca consigue lo que espera y el hombre nunca espera lo que consigue. Sabemos que hace falta más tiempo para pegar un florero que para romperlo, pero aun así seguimos rompiendo floreros. ¿Nos queremos demasiado o nos estamos convirtiendo en masoquistas? LORENZO CRUZ MIRANDA. Mérida