Así, a lo tonto, llevamos cien días sin gobierno, o mejor dicho, con un gobierno en funciones que, salvo causa de fuerza mayor, debidamente acreditada, debe abstenerse de tomar medidas, y limitarse a gestionar el despacho ordinario de asuntos públicos, o sea, el día a día. Y así hasta ni se sabe, por lo menos hasta las nuevas elecciones y la constitución del nuevo gobierno, si se puede. El caso es que para algunos este limbo no está tan mal. No hay más recortes, se producen algunas nuevas detenciones de corruptos, y la vida sigue, como decía Sabina , como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Podría parecer el estado ideal, pero no lo es. No solo porque los líderes nos están mostrando lo peor de cada casa, como si una vez pasadas las elecciones, las promesas fueran ya papel mojado, sino porque los que aún siguen en sus sillones se aferran a lo que les queda con uñas y dientes. Cien días son muchos días para no cambiar algunas cosas, sobre todo aquellas que afectan a tantas personas, como la ley de educación. Hace unos días el Senado ha rechazado paralizar la implantación de la Lomce, y eso que se trataba de la primera moción sobre educación en esta primera etapa. Con estos principios a saber cómo serán los finales. Mientras tanto, los estudiantes de los cursos impares no saben muy bien qué se encontrarán al año que viene. No habrá selectividad, eso sí lo ha dejado claro este gobierno del limbo, pero aún no se ha decidido cómo será la prueba final, ni dónde ni si será la misma para toda España. Veremos en qué queda la dichosa reválida de los alumnos de sexto de primaria, que les cae encima ya mismo. Sostenella y no enmendalla es una expresión del Siglo de Oro que hace referencia a quien no corrige un error a sabiendas de que lo ha cometido. Un hidalgo que desenvaina la espada, tiene que sostenerla hasta el final. Ya aparecía en las Mocedades del Cid , a principios del XVII. Morir matando, aunque no se tenga razón. Más antiguo que el hilo negro. E igual de triste.