XLxa tentación por lo simple, la inclinación a resolver con una frase llamativa o provocadora un asunto complejo, está plenamente instalada en la sociedad mediática, pero cuando este procedimiento se aplica alegremente a la Educación, que encierra tal vez el mayor grado de complejidad, entonces deja de ser baladí para convertirse en una seria preocupación para el futuro.

Otra tentación frecuente es que hoy todos opinamos sobre cualquier cosa, porque creemos o pretendemos saber de todo. Tal vez por su dedicación el síndrome ataca especialmente a los políticos, de ahí que la maltratada Educación sea objeto de las más variadas opiniones y acciones por parte de los gobiernos, sean nacionales o regionales, apreciándose sobre todo en los cambios de mayoría como acaba de suceder. Con independencia del color político, los cambios se aprovechan siempre para deshacer lo que se hizo antes y resulta quimérico desear que, algún día, exista un acuerdo nacional sobre Educación, porque siendo la escuela uno de los lugares más directos para ejercer influencia, el poder no puede dejarla en manos de maestros y profesores, a no ser que sean sumisas correas de transmisión, lo mismo que intenta no dejar, como no sea por descuido, los medios de comunicación en manos de profesionales independientes.

El mejor proyecto educativo de la historia de España surgido en la segunda mitad del siglo XIX, la famosa Institución Libre de Enseñanza, tuvo que abandonar los cauces reconocidos en aquel momento tanto públicos (Estado) como privados (Iglesia) y levantar un proyecto propio estimulado por la ilusión y el tesón de algunos hombres ciertamente excepcionales, que se resumen en la figura de don Francisco Giner de los Ríos . Del espíritu institucionista han surgido los mejores intelectuales españoles, no sólo de letras como con frecuencia se cree, también los mejores científicos desde Ramón y Cajal a Severo Ochoa .

La Transición española a la democracia se alimentó en parte del sueño y la herencia de la ILE y se pensaba entonces que, en las nuevas condiciones de libertad, sería posible enderezar y recuperar el rumbo de la nave educativa que la nefasta guerra civil y la no menos nefasta y larga postguerra contribuyeron a desarbolar. Este período de cambio no pudo, sin embargo, imaginar que los años siguientes traerían la mayor revolución en todos los órdenes de la sociedad, por supuesto también en el terreno educativo.

Esta revolución no es otra que la de los nuevos soportes para la información, las llamadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación (latiguillo que sirve para todo). Al socaire de la misma se han promovido, frecuentemente desde el poder, todo tipo de feriantes que nos venden remedios mágicos y prometen efectos sensacionales derivados de la implantación de las tecnologías. Es curioso, y hablo por experiencia propia, cómo a comienzos de los años ochenta había que pelear denodadamente en favor de la revolución que traía la informática para vencer la indiferencia e incluso el desprecio de los instalados en las certezas y los proyectos educativos entonces de moda. Todo el recelo se tornó entusiasmo en pocos años por parte de los mismos que, cual Pablo de Tarso cayendo del caballo ante Damasco , se convirtieron en profetas de la buena nueva. Antes por defecto y ahora por exceso, el proceso de desarrollo de las nuevas tecnologías de la información descentró al hombre y es necesario, y hasta urgente, procurar que se centre para obtener de ellas no simples alharacas o engañifas de diseño, sino capacidad creativa.

Es necesario ante todo oír a los profesionales y no tildarlos alegremente de antiguos, porque la Educación no tendrá remedio hasta que no se recupere el valor del esfuerzo, de la dificultad que es posible vencer y de la admiración y respeto por el maestro, lo mismo que es necesario dar cauce a la creatividad con las nuevas tecnologías sin imponer modelos rígidos y a menudo hueros, que adornan el titular periodístico pero que están contribuyendo a hacer cada vez más ignorantes (en todos los sentidos) y menos competitivos a nuestros jóvenes. En la ILE la disciplina era más rígida que en cualquier colegio español de la época --no hay nada más que leer a Machado o Lorca -- y el valor del esfuerzo y la humildad, junto a la pasión por el conocimiento de lo nuevo, las divisas de la institución. Figuras como Buñuel , apasionado por una nueva tecnología entonces, el cine, no se explican sin la ILE.

Sobre lo que no se engañan los profesores es sobre la posibilidad de que los que han provocado el estropicio puedan arreglarlo, porque la táctica de la frase brillante sirve para el momento o para los poco avisados, pero en la academia se plantean los retos a medio y largo plazo y se tiene el convencimiento de que la mayoría de las iniciativas políticas de todo signo, en Educación, han sido un verdadero desastre y lo triste es que no tenemos capacidad ni fuerzas para evitar que lo estropeen más. Parece inútil, como diría Unamuno , pedirles que piensen en la Educación.

*Catedrático de la Uex