WLw os ministros de Defensa de los países integrantes de la OTAN se han puesto de acuerdo en no acometer ninguna acción en Libia, a pesar de que las tropas, en buena parte mercenarias, del coronel Gadafi están recuperando terreno y ciudades perdidos frente a unos rebeldes que están mal armados y peor organizados que difícilmente puede decirse de ellos que conformen una fuerza con capacidad para enfrentarse a tropas regulares, aunque sea mínimamente disciplinadas.

Ese ´no hacer nada´, sin embargo, significa acordar que la OTAN enviará más unidades navales al Mediterráneo para "controlar y vigilar" el embargo de armas a Libia, si a continuación el propio secretario general de la Alianza reconoce que, aunque esa vigilancia descubra algo, la OTAN no actuará porque necesitaría una nueva resolución específica para hacerlo. Sobre la medida que más expectativas ha levantado, la posible instalación de una zona de exclusión aérea, la OTAN no adoptará decisión alguna que no esté respaldada por el Consejo de Seguridad de la ONU --con la dificultad que ello entraña, pues China y Rusia no comparten la conveniencia de la intervención-- y por las organizaciones regionales, es decir, la Liga Arabe y la Unión Africana. Este respaldo debería contar, además, con una implicación militar directa de algún país de la zona, lo que solo es posible en el caso de Egipto.

En principio, es comprensible que la comunidad internacional no se decida por la zona de exclusión aérea, que implica estar dispuestos a actuaciones de guerra para ser creíbles, sin el apoyo de la ONU y de los países de la región para evitar suspicacias porque aún es muy reciente la invasión de Irak. Sin embargo, las situaciones no son comparables y es dudoso que la opinión pública árabe rechace la zona de exclusión si su objetivo es impedir que Gadafi siga masacrando a su pueblo. El problema vuelve a ser la división de la comunidad internacional, además de los citados China y Rusia, y que Estados Unidos tampoco ve ahora con tanta claridad como hace pocos días la intervención. Y si de divisiones se trata, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha vuelto a sorprender a sus socios europeos al reconocer unilateralmente al Consejo Nacional Libio de Transición (CNLT), el Gobierno de los rebeldes, tan solo 24 horas antes de que los jefes de Estado o de Gobierno de la UE se reunieran --ayer-- para tratar del conflicto libio. Es posible que los países de la UE tengan que reconocer al CNLT, aunque algunos ministros de Exteriores ya han dicho que se reconocen estados, no gobiernos, pero lo que no se puede hacer es actuar de forma unilateral, como no se ha podido resistir a hacer otra vez Sarkozy y que le ha valido la respuesta, más propagandística que otra cosa, de Gadafi, rompiendo relaciones con París.